lunes, 28 de noviembre de 2011

EDUARDO EMBRY EN ESPAÑA

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El editor y poeta Fernando Sabido
Presenta en la Televisión Digital a Eduardo Embry
Noviembre de 2011, Madrid, España.

Para salvar el mundo
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Apago la luz, me quedo a oscuras por completo,
cierro el chorro de agua, no lavo los platos,
no lavo la ropa, no riego el jardín,
evito que los motores
se recalienten; para no gastar gasolina
no ocupo el automóvil para ir a ninguna parte,
ahorro energía,
porque quiero
salvar el mundo;
cierro la llave de paso del gas,
la estufa no calienta, por todas partes
ando temblando de frío;
ahorro energía; quiero salvar
el más insignificante pastito
que haya en la naturaleza;
los pasteles llenos de crema
con mis iniciales; eso es lo que hay
dentro de mi cabeza; pero
fuera de mí, suben los precios
de la luz, se duplican las cuentas del gas;
cierran las fábricas; ya no hay trabajo, lo siento;
fuera de mí, se derrumba
el medio ambiente, la gente común
de las comunidades paga las cuentas,
y el poeta que ama la luz,
que inventa historias maravillosas,
tapa urgentemente
los agujeros que hay en la pared
para que no escape
el calorcito que está quedando
entre tú y yo.


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Poema de Casablanca

.                                     Para Eddie Morales
..
Quien no haya pasado alguna vez volando
por la vía de Casablanca para Santiago,
simplemente, ni de nacimiento,
ni de niño, ni de joven: no es un porteño;
así me dije una vez, “ahora es diferente”,
los porteños se quedan en Casablanca,
abren las ventanas, dejan que entre
a las habitaciones el aire fresco;
los autobuses que pasan, siguen su viaje
de largo, llegan solos al final de su ruta;
así cambian los tiempos; cambian
su caudal los ríos; las personas
hablan solas en las calles;
sus orejas se pegan a los digitales;
el río principal pegado a otro río,
“hola, soy yo, y tú ¿dónde estás?”
la lluvia, el aire, el viento
se pegan a las orejas de la tierra;
sea aquí, en Casablanca o en Valparaíso,
todos cambian con el tiempo;
la información es más veloz
que una flechita echada al aire;
el agua dentro de una oreja
recuerda que el tiempo es una bala;
una velocidad de nueva estirpe,
manda, prohíbe o permite
entonces, muchachos, decidme
¿qué es una ley pegada a una oreja?
la gente no pierde sus llaves
del mismo modo que pierde el cabello;
las llaves se recuperan; el tiempo
se disuelve, como el río
que en verano se seca; sus piedras
redondas de tanto rodar, se abandonan,
se dejan solas para que suenen
como piedras que suenan
en otro río subterráneo;
por eso, el agua escasea en verano;
la gente pierde sus orejas; los digitales
se vuelven sordos; así son los
nuevos tiempos: Casablanca brilla
por las noches; crece como una gran ciudad
en medio de otras ciudades importantes;
como un cabello,
como una oreja,
la gente fácilmente se pierde en las casas antiguas;
sus orejas bajan por el río; las orejas y el agua
de las lluvias, son la misma cosa;
en Casablanca y no en otra parte,
la vigilia es otro sueño, y el cielo
se pega a los digitales:
‘hola, soy yo, y tú ¿dónde estás?
con la telefonía digital, la gente se vigila;
los digitales molestan más que los camellos
en las camas
de altas velocidades; ya nadie
susurra como se susurraba en tiempos de los abuelos;
‘‘hola, estoy en la peluquería, y tú ¿dónde estás?’’
ahora nadie sueña con delicadeza;
todo es tan brutal
como el violento choque
de dos árboles cargados con dinamita;
que Dios bendiga a la gente
que juega a no jugar,
como si al soñar, nadie soñara;
vamos, la vida no es un sueño;
ni tampoco es posible
que alguien sueñe por otro;
aquí, en Casablanca cada noche
es un día redondo de espiga,
de luz y de buen vino bajo un sol
radiante, saltando van los niños
en los jardines con una sola oreja;
porque así es la vida,
la vida misma se olvida de la vida,
y pasan otra vez las mismas cosas
que pasaban ayer: para alegría de todos,
la muerte se mete dentro de un saco,
la muerte se tira al río; de un día para otro,
llegan a este planeta nuevos habitantes;
los sueños son aguas lúcidas;
los perros bajan de los árboles,
se enganchan en mordiscos interminables
hasta no quedar más que
sus huesitos invisibles; así es Casablanca,
un valle casi interminable; la gente
pasa, nadie se pierde en sus calles,
otra vez la vida, el sol, la noche,
todo retorna a su sitio.

1

Hallazgo de un manuscrito iluminado

.
Bajo el sol, nada se mueve
por primera y última vez;
bajo la luna todo es latigudo,
extensos y estrechos son los caminos
por donde se equilibra el viento,
mi casa es una anillo
puesto en mi dedo pulgar;
los autobuses que tengo
en mi cabeza vienen con una sola rueda,
libremente ruedan hacia atrás y rodando
me llevan a la Biblioteca Británica,
autobuses enigmáticos gemelos
me abren las puertas,
pase, pase, no se quede ahí parado,
me dan las llaves del reino,
tomo asiento, me pongo cinturón
de seguridad para no caerme al suelo,
el autobús que te explico
baja volando las empinadas avenidas
de los cerros de Valparaíso,
es aquí donde hallo con mis manos
uno de los pocos manuscritos iluminados
que están quedando en occidente:
1974, Valparaíso celebra el año nuevo
cuando yo no estaba;
bombas y voladores, olor a pólvora en la tierra,
luces de mil colores en el cielo.



. Libro de las horas

No es que este libro realmente sea
un libro encendido
del modo como se encienden
en las tardes las grandes ciudades;
es sólo un decir, un apodo, un refrán
que encorbatado viene
de la edad media a esta mesa;
miro para un lado, miro para el otro,
todo lo que he dicho
-ciudades encendidas, un apodo, un refrán,
de la mar a la montaña, con uñas y dientes,
mi padre, con una jaula llena de pájaros
se eleva; no es un volantín que se lo lleva el viento,
de la mano de mi padre va mi madre
que fieramente empuja toda la casa hacia arriba,
como aquellos peces que luchan a matarse
contra la corriente, veo que saltan
y bailan en una pata todos mis hermanos.

3

Erudición
.
Yo tengo un profesor magnífico,
con quien he sacado las mejores notas,
con una lupa iluminada
veía todo aquello que nadie podía ver;
de cada vuelta que daba
a las hojas del manuscrito,
como chispas, como cenizas
sacaba angelitos con la punta de un alfiler,
leía sus mensajes,
a veces, diabluras indecentes;
pero yo, nunca veía nada, mi profesor me lo contaba;
monjes desnudos que ahora ya no existen
cantan alabanzas a los dioses,
no sé cómo salía tanta maravilla
de los ojos de aquel viejo profesor
que cuando hablaba
miraba hacia las nubes
como si cayera del cielo a su cabeza
todo lo que sabe.

4

Por los ojos del bandido


Por los ojos del bandido
entro a las pistolas,
mis manos piensan en gatillos
me echo hacia adelante el sombrero
y agudizo el seso, despierto o dormido
es lo mismo: escucho; no se oye ni una mosca,
no se mueve el aire,
quieto, delante de las montañas
vuela un gavilán,
en cada lado de la calle,
casas de madera,
en un extremo, la tienda de los comestibles,
el banco, la cárcel, el cementerio;
muy cerca de mí,
el herrero pone herraduras
a caballos invisibles. 

5
.
El bachiller Serpa se fastidia
de la voz retórica del gallo


Ya me está fastidiando
esta escritura masculina,
que observa – en tiempos de paz-
cómo mueren las moscas;
vamos, aquí comienza del conflicto:
tú eres una silla,
feliz de ti, tienes cuatro patas;
yo soy otra silla, y feliz de mí,
si tú eres una nariz,
yo soy otra nariz;
lo que yo no puedo oler,
tú lo hueles por mí;
lo que yo no tengo
tú lo tienes; que siendo yo una silla
y tú, otra silla, observado desde el exterior,
(Serpa enrolla un periódico
hace un tubo que se lo lleva
a un ojo, mira hacia el cielo)
no habrá nudo apretado y sombrío;
mi oreja es tu oreja,
lo que tú escuchas, lo está escuchando mi corazón;
cómo me cabrea esta voz retórica
que me sale por el ombligo;
tú eres una silla independiente
de las demás cosas de este mundo
(eso es lo que pienso)
¿podré arrimarme a tu silla?
francamente hablando,
(habiendo tanta maravilla en los ojos)
mi silla cerca de tu silla,
no sabría decir una palabra.

6

.
La señal que más me asusta

El gallo salta sobre mi cama,
señal de mal agüero;
del cielo baja el demonio,
cae la libra, cae el dólar, caen
los pasteles de vainilla
que se derriten en Europa;
se dice que viene la guerra,
se llena la cabeza de mentiras;
no son manadas de elefantes
los que se acercan;
los reyes y los príncipes del mundo
se refugian debajo de la tierra;
otra vez los puentes, otra vez
los puertos aéreos y marítimos
semicerrados por el desempleo;
el centro de las ciudades
es aquello más se mueve;
cerrarán las rutas del sur y las rutas del norte;
por occidente entrarán las provisiones;
por oriente, los mercenarios y sus brujos;
y otra vez habrá campos de aliados
y campos de enemigos;
otra vez se conocerá la cara horrible
de los vencidos y la cara alegre
de los vencedores; otra vez,
en el campos de los vencedores
se oirán gritos de mujeres;
los tanques pasan sus orugas
por encima de los cuerpos de los heridos;
otra vez los malditos que avanzan,
no son manadas de elefantes
los que se acercan;
o por odio, o por venganza
otra vez rompen a martillazo
el sexo de las mujeres vencidas;
los periódicos amigos
me llenan la cabeza de mentiras;
otra vez se imprime
la revista Redención en las cárceles;
veo en un vagón de carga
a mis tíos y a mis hermanos
que se alejan de la estación de trenes;
sólo en tiempos de paz
se habla de los hijos de la guerra,
y no es el gallo que salta sobre mi cama
la señal que más me asusta.
.
7
.
En los puertos 
..
En los puertos se siente el viento,
viene de los mares,
y no es
el viento frío de los montes;
en los puertos abrigados o abiertos como una herradura,
se  ven muchos rostros raros,
pero no son los rostros que se ven en los valles;
las palomas y los pájaros,  son extraños
caballeros de los puertos con navajas y cicatrices,
no son las palomas ni los pájaros
que se ven en las plazas
de provincia,
en los puertos abiertos o cerrados como una tijera,
los policías tienen
cejas gordas, no se dejan amar por los niños,
combaten
fieramente las riñas en los bares;
en las aldeas más pequeñas que tus ojos,
donde
vecinos se saludan, porque se conocen,
por el color de sus pupilas sanas,
los policías, para no aburrirse,
hablan con los que pasan,
les piden
que dejen abiertas de par en par las puertas
de sus casas;
también estos policías aconsejan
a la gente
que nadie cierre sus ventanas
para que entre aire fresco;
esto es
lo que verdaderamente
yo me digo,
sin policías deberíamos cambiar el mundo.

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1 comentario:

  1. Excelencia! como cada poema que te he leído querido Eduardo. Siempre es un placer para mi.
    Te quiero mucho.

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