lunes, 29 de julio de 2013

El omnisciente político del terremoto. Alfredo Lavergne

y se robó desde los cuadros hasta los calcetines.
Isabel Allende

 


 

Pasan los días y un mes más que un año después de ese miedo termina de ordenar los libros en la renovada biblioteca hasta que por fin sacude su último siempre admirado de Joyce y metódicamente lo pone en la sección de autores extranjeros más a mano que otras publicaciones y decide retomar su ritmo de lectura con el Tomo II de las Crónicas de Joaquín Edwards Bello que supone algo dejarán porque cree saber que cada libro entrega una o dos líneas de experiencia cultural y más de eso evita para no caer en influencias o intertextualidades le comentó alguien entre capítulos y que a una poeta le titilan las pupilas cuando recita sus versos en que regala su casa de la playa a un sindicato abandonado y mudo como hoja antes del cuento y silencioso como los segundos que siguieron las 3.37 horas del 27 de febrero del 2010 que lo atrapara a su gusto más de lo cotidiano desnudo e indefenso durante los tres minutos que duró el zamarrón de cordillera a costa y las ondinas terrestres que levantaban y achicaban las valentías cívicas que lo dejaron en mano de la naturaleza que golpea porque Él castiga y nos expone dice a los rotos que saquearon como ese día diferente que había conjunción de Neptuno con la Luna y máximo de declinación norte del satélite natural en el Valparaíso de 1906 cuando los marinos que estaban para restaurar el orden debieron fusilar unos cuantos salteadores in situ escribía el primer El Mercurio de Chile porque vaciaban el muelle de sacos de harina que esperaban para ser bien distribuidos y esa gente que ahora nos avergonzaba en directo por la CNN dejando claro que para ellos el drama de los damnificados con las cifras de muertos y heridos muchas veces corregidas no valían una lavadora o la Teletón que recaudó más que nunca y ocurrió lo mismo en el de adobes-ladrillos-vigas de 1939 por esos villanos telúricos que no aparecen en la Historia pero que hicieron historia también en el gran terremoto de Valdivia en los del norte y un poco menos en el maremoto de la soledad de Puerto Saavedra como el del sacudón de 1971 en que ese presidente nombró jefe de plaza a mi general que para el terremotazo del año 1985 frenó a los indeseables antes que pudieran satisfacer la vesania que genera el caos porque mi general desde siempre tenía uniformados en las calles durante su gobierno que comenzó con el saqueo a lo lindo de la casa presidencial de Tomás Moro por esos familiares que se perdieron el champañazo.
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lunes, 15 de julio de 2013

POESÍA . Seis poetas universitarios (Chile, 1965)

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Martínez, Silva, Gómez-Rogers, Etcheverry, Evans, Araya
 

 
  
 
Franklin Martínez Richards
 
Quedo recostado en silencio con los ojos muy abiertos
hipnotizado por la enrarecida atmósfera de mi cuarto subterráneo
mientras, dentro de mi cráneo, un furioso reloj
parece acelerar su inmenso sonido de metal
y olvidado mi cuerpo navega insensible en la obscuridad
después que un frío electrizado
fue dibujado en la espiral de mis. ojos
por demonios que acechaban en mi recuerdo
tengo ahora ese frío en mi espalda
diciéndome entre danzas agitadas
"No lo has visto todo aún, amigo,
te llevaremos algún día por sendas iluminadas
para mostrarte el hacha de nuestro verdugo".
 
                    ***
 
Fulgente abrasador centro de la luz infinita de soles
que hunden destructores sus brazos en la geometría diversa de la materia
haciendo girar aceleradamente el horizonte
cuando como un grito desmesurado
rueda en carruaje crepuscular luminoso convertido
dibujando el abismo y la profundidad tenebrosa del abismo
y extendiendo una ebriedad desintegradora
una rabiosa necesidad de la absoluta música
que guarda sumergido en las honduras extendidas
secreto perturbador de la roca ancestral
hasta donde cae sumido en el vértigo el auriga
en obscura, demencial carrera sin fin.- 
 
 
Con el silencio en los oídos
muy alterados por la falta de oxígeno, 
 
Vemos alejarse los fanales en el mar, relucientes,
y pensamos que sería bueno hablarles cariñosamente
hasta que de pronto se llenan de sangre
y alguien se ahoga entre sus últimas visiones,
mirando hacia un horizonte brillante al mediodía
queriendo romper los muros transparentes
alzar un vuelo que lo lleve
al centro incendiado de los mares,
y no más ahogos y no más sollozos
pero se hunden lentamente
las naves de vidrio como sólidas burbujas
en el petróleo espeso que refleja un cielo claro,
sin nubes.- 
 
 
Jaime Silva Iriarte 
 
            El habitante y los recuerdos
 
Niña que te empecinas en ser madre
escucha entre los fríos rieles
el consejo del habitante
a la pasada de los trenes
 
Un día
exactamente uno de los tantos
el cuadro de la vieja casa nuestra
sacudida por los temblores
dejó caer lo prohibido
como una manzana roja, harinosa de pecado
aleteante e indiferente como el pleno corazón tuyo
 
El cuadro de la vieja casa nuestra
cubre los recuerdos de los años de mi infancia
la cama de mis padres a la distancia de los males
perfilando el negro botón de mi marrueco
abierto entre mudanzas de ciudades
en medio de los hombros de mi padre
anchos y lejanos como el cascarón de los fieles
 
Siempre enmudecido de miedo
sin explicación ninguna por entonces
lo que se entrega en cada noche
en honor a la mujer que se escurre por los sueños
poniendo orden y sentido al placer más extraño
en la soledad de los desórdenes
en botellas mal bebidas por los tíos
en medio de jaulas de pájaros desesperados
que revolotean siempre lo que dejan los pecados
y el hermano mayor que no se conoce,
de piernas largas y velludas
y bigotes de padre ferroviario 

El árbol más largo de la memoria
cubre el estado de mis ojos
puestos entre dos rieles definitivos
alargándose hasta ti por las confesiones
del niño empecinado en ser padre
 
 
            Los internos 
 
Los caminos en que los perdimos los trató de unir los juegos de la inocencia
sabiendo por mi parte que todo era una jugada de los sueños
Hoy atraviesa el bullicio de los internos
el aullido de los pisos
en las noches tiradas por las ventanas
en persecución del beso de una colegiala
los juegos peligrosos de los internos eran nuestra común atención
de cama en cama había un recuento de vejez
éramos los testigos de los males
que después fueron virtudes para unos cuantos licenciados
Tratábamos de emprender la búsqueda de las mujeres por parques adyacentes
dejamos en la portería los avisos del insomnio
por temor a la venganza de los perros
que son empujados por estas cosas del pecado
íbamos seguro de encontrarlas
volvíamos tiritando de placer
había un entrecruzamiento de senos
y los pasos del inspector eran los pasos del infierno
tumbas llenas de sangre nos salían al encuentro
las ahuyentábamos con miradas espantosas
que permanecían hasta entrada la mañana
y eran el gozo de todos los compañeros
las andanzas tuvieron como refugio algunos baños
donde vomitar en el recuento de un día más
cada día era un manotazo en la mejilla
fuimos pocos nosotros los débiles
cada mañana era un acercamiento de los ojos a la tierra
el toque de las campanas adquiría las dimensiones opacas de los velorios
por cada muerte había un día más de vida. 
 
 
Jaime Gómez-Rogers
 
 
            Sólo los árboles
 
Los árboles se quedarán de pie
para contarlo
o se sucederán de rama en raíz
de tierra en nebulosa,
escribirán la historia
- tu historia -
para los hijos del tiempo.
Toda la soledad
la angustia derramada
toda la sombra
en las estrías profundas del Alerce
en la madera húmeda del álamo
- tus manos -
para cuando la tierra se llame mañana
En el perfil de la copa el labio
dejó marcada su. pregunta,
eso fue todo, o casi todo, aquella vez
el diálogo que alcanzaron con sus gestos.

Él es el último ser sobre la tierra
ella fue la última semilla
La historia se llama Desafío
las lágrimas se llaman Infinito
El hombre-la mujer
se miran por primera vez a los ojos.
Pero por qué? por qué?
dónde?
dónde el hombre podía encontrar
la respuesta de su camino?
dónde el espejo que lo contuviera?
El hombre buscó la imagen de su soledad.
De profundidad
océano
montaña -su voz-
como un lagarto sin ojos derramada .
A la caída última del sol
el vuelo diagonal de una gaviota
marcaba el ritmo del tiempo.
El péndulo de metal
dio siete gritos negros
la luz
la luz
los huesos de la tierra
el mar
el mar
la sangre que se apaga.
El hongo que nace se agiganta
entre tus dedos
y te agrieta las venas con cuchillos
Dentro de ti la piedra
dentro de ti la noche los tambores.
 
            II
 
Los ángeles de la noche
vinieron
de dos en dos
de espada en espada
arando con ortiga los latidos
oscureciendo el cielo con sus alas.

El viento pasó detuvo su brazo transparente
su enorme corazón abierto por las calles
a sangre y fuego
cemento y fuego golpeando
con espuelas de hierro la ceniza
hiriendo
silbando entre las rocas
con un ritmo de siglos atrapados.
Volverán
 te llamarán por tu nombre un día
 te buscarán con linternas azules
 en la frente
 y tú estarás gimiendo en las raíces
 la última palabra del otoño.
 Escucharás de lejos volver a tus hermanos
 armados de insultos y rechazos
 con un murmullo de fulgores
avanzarán rompiendo las aldabas.
Y esa red de calles paralelas
la ciudad del silencio sostenido
con su índice quebrado hacia la altura
con su huella de sangre coagulada
con su acusadora preñez de hierros y de bombas
donde el dinosaurio se detuvo
se cubrirá de pasos
otra vez
de voces que suben del abismo
 y será como si los recuerdos volviesen de las sombras
 a buscar su identidad en el camino.
Sólo tú no estarás cuando te llamen.
Pero por qué?
dónde?
en qué punto exacto de la esfera?
perdiste la última sonrisa?
dónde tu soledad?
tu llanto de animal herido y solitario
dónde cabe?
Sólo tú no estarás cuando te llamen
y la modulación de los insectos
recobre su artificio de violines,
el mar ilumine sus pupilas
en la cóncava oscuridad que le dejaste
entre piedra y piedra
entre sol y piedra
irán germinando los metales.
Y de la fuente
ribera
mar un día
el vegetal recobre su semilla.
Entonces, tal vez, los árboles
los árboles
volverán por sus raíces a la tierra.
 
 
Jorge Etcheverry Arcaya 
 
            Salgan mensajeros anunciando la nueva           de puerta en puerta
            Palomas surquen raudas de amplias alas inmóviles, amenazan­do caer sobre la nuca de los herejes.
            Ha vuelto
de los sotos sombríos de las taperas donde yacía con morenos
           Hijos del sol. Sin palabras de los cuartos de pensión de los hoteles de oprobio adornados en su desnudez porágiles baratas
            de las plazas sucias alfombra de hojas y periódicos viejos.
            De las esquinas cálidas hijas del claroscuro y la sangre
            De sus manos a mí; no ya la carne que no la tuvo nunca, no
ya los labios de violeta enfermos
            Rescató el cielo de sus ojos de la cloaca       los lavó con san­gre puliéndolos con lágrimas.
            Sus canas sólo para mí brillan      sólo para mí Los vitra­les de Ravena
            Sólo para Teodora la casta hierática.
            De la sombra de las catedrales góticas,
            Su carne se quemaba entre los espinos
           Al calor de las hermanas provincianas en los tangos.

            Para las venas de los hombres que fracasan por las calles, en las oficinas y obras públicas. Vueltos hacia dentro; gárrulos preocupa­dos de su vestimenta.
            O para los jóvenes de llamativas chombas que corren apenas tocando con los pies de la necesidad lo que tocamos, es decir, el suelo gastado
       pero no sigo en este tren que me llevará muy lejos hacia los montes del viento y las rocas grises, extáticas dearistas, hacia profun­didades arqueológicas
            O futuros brillantes de metal incorpóreo que late filigrana contra el fondo del espacio. No al orco, no a los cielos
            en que piensan los huérfanos del mundo ...
            Yo no tengo castigo para ti, que no sabes
yo no tengo sino mi palabra
anuncida por viejos libros de gastadas portadas de cuero y cierres de herrumbre            Con selvas de hongosfloreciendo entre sus páginas
            Y por viejos sueños de infancia pintados de acuarela con co­lores primarios
            No la hermana de carne que se quedó lejos. Juda, para ti no hay redención de sus pupilas
            para ti los becerros de oro en la dispersión de tus res­tos por los cuatro puntos cardinales
            y tus harapos bajo las ruedas de los coches último modelo
 
            No resuelvas el nudo gordiano
            No interpeles a la esfinge con tus chistes de mal gusto
            No invoques a Balo en los fortines palestinos
            No deshojes la rosa de Martín
            No te quemes la mano ni te cortes la oreja
            No estudies filosofía en Heidelberg
            No vayas a Italia, a quemarte el cerebro, Federico
            No revolotéis en la luz, polillas, noctilucas, fuegos fatuos de la estepa, vizcaínos pascuenses, judíos en la diáspora
            Ella es luz y fuego. No toméis sus cabellos ni miréis sus ojos
Dios os manda que os vistáis de negro, os castréis con vuestras propias manos.
            Que hagáis clases en un liceo de provincia
            Que trabajéis en una repartición pública
Celebráis los onomásticos familiares en casa de las tías viejas
Como un perrazo negro por años al calor parejo de las cosas.­

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                               
Oscar Evans
 
            Cómo olvidar
 
Ay aquel corso con su carruaje estatuado de inmóviles reinas y dichosos de ágiles serpentinas,
mientras los fuegos artificiales tragaban a rebanadas la oscuridad con sus luces juveniles
Cómo olvidarlo hoy entre estos académicos embalsamados en filosofías ya petrificadas;
con diploma en forma de lápidas en las paredes.
y aquella piscina de aguas nerviosas como con cosquillas
cuando desde un tablón, mi cuerpo igual que un cometa se zambu­llía
 Cómo olvidarla hoy entre estos artificiosos intelectuales de ojos con lagañas
como excrementos de ratón.
y uñas sucias "enlutadas" por su falsa angustia .
y cuando me entubaron con pantalones largos mis libres piernas imberbes
bajo esa risa buena de mis parientes felices                       
Cómo olvidarlo entre estos intelectuales muertos
vistiendo el smocking de su teoría!
Y aquellos vívidos bailes de disfraces,
con el rostro amuñecado por el maquillaje
y ojos nerviosos como brincando tras el antifaz
Cómo olvidarlo entre estos blues de mayonesa
y aquellos scouts verdes y delgados como una rama de álamo
pero serios en su duro ánimo de concreto
y en su marchar que era un sólo latido de cemento,
mientras las madres aplaudían con el sonido de las palomas al sacu­dirse las alas

Cómo olvidarlo entre estos trasnochados con cuerpos angostos y oxidados
igual que navajas viejas
y aquellas bicicletas con rayos en sus dos ruedas
como dos gigantescas espuelas
que nos acercaba a un macizo estadio que bufaba un gol
Como olvidarla, entre estos poetas con ojos angustiados
igual que dos coágulos
y de caminar tan lento, tan lento
como asistiendo a un funeral
y aquel retraído silencio del escritorio solemne de su padre
en cuyo ceñudo sillón encuadernado de cuero
le aplasté sus labios con un beso,
sí, aquel ceñudo sillón en que la inundé con mi sangre .
Cómo olvidarlo hoy entre estas señoritas
Cepilladas entre los lechos insípidos de cancerosos hoteles
Cómo olvidarla si era una época que no estaba embetunada por un falso negror de angustia.
Cómo olvidarla si era una época luminosa como una polca al sol
Como olvidarla

 
            Las sombras del crimen
 
Sobre un áspero caballo café color de tronco
va un jinete delgado y duro
como un puñal desnudo,
va hundiéndose en el crepúsculo
como en un pétalo moribundo;
pero lo va quemando su corazón,
lo va quemando su rencor
porque lo encabrita una venganza
que lo punza con sus espuelas afiladas,
en esta noche con color a sangre coagulada,
su corazón da hachazo en su duro pecho de cemento,
mientras la lluvia cae con su pedrada de agua
Y el toro lanza su duro y lamentoso mugido
de héroe vencido
y entonces el jinete con sus ágiles músculos de puma
detiene su caballo
clava su puñal en el pecho ajeno,
ni un alarido de muerte se oye:
Mi corazón como un ciego ve sombras,
mi corazón como un sordo sólo escucha sombras.-
 
 
 
Bernardo Araya
 
                        I
 
No es que no quiera seguir hablando ya del Acero
Sucede simplemente que busco el tiempo perdido,
Y vengo de otra ciudad- de Las Catorce Luces de la Madera.
Sin embargo, soy el hombre de todos los días,
Aún más,
Mi palabra limita contigo desde el Norte Grande a la Provincia Blanca.
Y va siendo escrita sobre cuero
tejas-vivientes
y papeles...
 
                        II
 
Que de cualquier manera la Palabra me parece venir
de un país del Océano como del fondo mismo de la memoria -sobresaltada, ardiendo, germinativa­
por no sé qué visión de un Pueblo Negro tendido allá en mis
brumas interiores
Se transfigura y duele a sabores marinos,
en pleno crecimiento de un contacto sonoro
y sufro ese cansancio de los metales terribles: el carbón, el diamante,
el basalto, la brea, el instinto y la montaña.
Cerradas hoy están todas las puertas
y hay un silencio grande por las cosas que se aman.
 
                        III
 
Que además vengo de lejos,
de una cierta desventura cada día. . .
Es gruesa ya la marea que arrastra el corazón.
 
 
                        Arco iris 
 
Parece ser que un día
a imagen y semejanza de lo niño que fuimos
debí sufrir contigo
una cierta sensación de contra-tiempo.
Algo así como saber, no sé de donde
que la tierra tiene forma de naranja,
y no existe la región del arco-iris
en el sueño que dibuja la mirada .

Porque entonces
vi caer por la ventana de los días
como un agua azul-morada el desencanto.
Y a pasar de que más tarde fue el verano.
Y los meses. Y los años...
una lisa superficie del olvido
ya no pude ser llamado por mi madre
ni siquiera estando solo
con el héroe de mi padre
Pero yo no fui culpable
de que el tiempo trabajara en          nuestra contra
y debiéramos jugar entre los grandes.
castigados patio adentro de la vida.-
 
                         *** 
 
            I 
 
Mucho después
se adelantaba el tiempo
y de nosotros
se adueñaban los días ... 
 
            II
 
Era la Edad del Hielo
Penetrando las calles
Y la aldea
 
            III
 
Sólo que entonces
todo se había de dormir primero
el molinero hambriento
y el gritar de los niños en la escuela..
 
             IV

Nunca lo supe verdaderamente:
viejo reloj
sustancia de madera.
 
 
             V

Que ya nada bastaba
del pan
          a la tristeza. 
 
            VI
 
En eso que recuerdo
dos veces primavera
una  mirada verde
volvía de febrero.
 
             VII
 
Y el patio de la casa
donde nació la tierra
sigue siendo la noche
el país de los perros. -