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“Escribiendo
hasta que cae la noche
con un estruendo de los mil demonios.
Los demonios que han de llevarme al infierno,
pero escribiendo.”
R.B.
Octubre 1990
Roberto
Bolaño, dejó de existir el 14 de julio del año 2003. Su
propuesta literaria se encontraba en la cima de sus posibilidades. Así lo
sorprendió la muerte. Sin embargo el mito del último escritor maldito
crece, sus libros obtienen mayor número de traducciones, los trabajos académicos
sobre su producción, poco a poco se incrementan. En Hispanoamérica
es hoy, un referente indiscutible y obligado.
El factor
Bolaño
En Chile, a pesar
de la admiración por su trabajo, es uno de los tantos escritores a mi juicio
incomprendidos, para no decir mal leído. Se habla en general de dos
claves posibles de lectura, su sintonía con la propuesta de Nicanor Parra y
cierta intertextualidad con la obra de Borges; uso el concepto de intertextual
bajo las ópticas de Bajtin y Genette, para el primero “la estructura
literaria no existe sino que es generada en relación a otra estructura” y
para el segundo se trata de la “presencia efectiva de un texto en otro”.
Si bien ambas percepciones de ningún modo son equivocadas, carecen
de otros elementos de interpretación, no se trata de academizarlo todo.
Se trata más bien de leer con ciertos requerimientos específicos a algunos
autores.
Si hay algo que
caracteriza el ejercicio literario de Roberto, es el desafío constante
lanzado contra sus lectores, las dobles y triples lecturas, las referencias
literarias como pequeñas llaves maestras. “A menudo veía la silueta de
Farewell, negra y rotunda, recortada en el quicio de una puerta muy grande.
Tenía las manos en los bolsillos y parecía observar con detenimiento el paso
del tiempo. También veía a Farewell sentado en un sillón de su club, con las
piernas cruzadas, hablando de la inmortalidad literaria”. (Nocturno
de Chile, 2000)
En Bolaño,
existe un proyecto donde la de-construcción de historias es muy notable,
sus personajes en general, hombres y mujeres mediocres, vendiéndose en pequeñas
cosas, atiborrados de experiencias fallidas. Incluso la exaltación misma del
tema literario, en su libro La Literatura Nazi en América Latina
(1996) trae consigo una singular ecuación perceptiva, donde cada uno de
los personajes, no se construye sino que se aplica a sí mismo el símbolo
arcano, de la torre desmontada. Otro elemento inquietante de esta obra, es la
relación efectiva entre la búsqueda de la belleza a través de la literatura y
su relación con la maldad, expresada en los fascismos de distinta índole, el
racismo y los fanatismos religiosos.
Con Roberto, los
protagonistas sufren vuelcos inesperados. La pista de hielo (1993)
su primera ficción publicada, tiene la estructura de una novela policial,
confeccionada desde tres voces narrativas: Remo Morán, Gaspar Heredia y Enric
Rosquelles. Este último, enamorado de una patinadora. “ADMITO QUE EN
MAYO di trabajo a Gaspar Heredia, Gasparín para los amigos, mexicano, poeta,
indigente. Aunque no quería confesármelo, en el fondo aguardaba su llegada con
impaciencia y nerviosismo. Sin embargo, cuando apareció en la puerta del
Cartago a duras penas lo reconocí. Los años no habían pasado en balde. Nos
dimos un abrazo y allí acabó todo”. (Remo Morán)
Para muchos
especialistas Los detectives salvajes (1998) son su ópera prima,
con ella obtuvo el premio Herralde, acompañado de sus páginas volvió a Chile
después de veinticinco años. La novela se divide en tres partes:
“Mexicanos perdidos en México”, “Los detectives salvajes” y “Los desiertos de
Sonora”. Los personajes son unos muchachos pertenecientes al
movimiento realvisceralista, liderado por una tal Cesárea Tinajero. Los
protagonistas viven en la pobreza real y espiritual, armando felonías, sus
logros no son otra cosa que la terrible derrota de lo momentáneo; se trata de
un ir y venir incansable, donde la literatura como viaje es la excusa, para
hablar de la mediocridad, como si el absurdo se posesionara de cada una de esas
pobres vidas, no existe un solo verso que de testimonio de su poesía, y
sin embargo, están dispuestos a caminar sin rumbo, como una opción ante el
desencanto.
“Antes no tenía
tiempo para nada, ahora tengo tiempo para todo. Vivía montado en camiones y metros,
obligado a recorrer la ciudad de norte a sur por lo menos dos veces al día.
Ahora me desplazo a pie, leo mucho, escribo mucho, hago el amor cada día. En
nuestro cuarto de vecindad ya comienza a crecer una pequeña biblioteca producto
de mis hurtos y visitas a librerías” (Los detectives Salvajes, pag 104)
El hijo
ilegítimo
El hijo no
esperado, llega de la manera menos prudente, reconocido y consagrado en el
exterior. Instalado ya en Santiago, tuvo una resistencia metódica,
calculada, no sólo contra los fraseólogos de turno, sino contra la actitud
mediocre de una pequeña elite literaria, amparada en la lógica de los
contactos, incapaz de abrir puertas a nuevas voces, por temor a perder sus
espacios de influencia.
Desde su mirada
irónica, con aire cínico, donde el dedo de Diógenes apunta constantemente,
generó quiebres necesarios en el Chile pos-dictatorial. Cuando se refiere
a su obra, lo hace con la lucidez de quién tiene muy clara su propuesta
estética, porque su escritura se forja en la contradicción del sueño y la
pesadilla, de éxito y la derrota.
“En gran medida
todo lo que he escrito es una carta de amor o de despedida a mi propia
generación, los que nacimos en la década de los cincuenta y los que escogimos
en un momento dado el ejercicio de la milicia, en este caso sería más correcto
decir la militancia, y entregamos lo poco que teníamos, lo mucho que teníamos,
que era nuestra juventud, a una causa que creímos era la más generosa de las
causas del mundo y que en cierta forma lo era, pero que en realidad no lo era”.
(Discurso pronunciado para recibir el premio Rómulo Gallegos, en Caracas)
Se sabía
incómodo, por eso no dudó en emitir durísimas sentencias, contra la tradición o
el canon “Donoso es un escritor con una línea de flotación jodida. Es un autor
que tiene libros abominables, malos de salir corriendo.” (“La Tercera”
03/11/1999)
Son declaraciones
que a los creadores de La Nueva Narrativa Chilena, hijos entre otros del famoso
taller de Donoso, causaron estragos, en su paso por Chile, ninguno de los
llamados consagrados se libró de su juicio “Skármeta es un personaje de la TV.
Soy incapaz de leer un libro suyo, ojear su prosa me revuelve el estómago…”
(“La Tercera” 19/05/2002)
Pocas veces en la
historia de un país, se produce un fenómeno tan particular, como el hecho
que un aparecido de la nada, borre con su escritura, el esfuerzo de un conjunto
de personas que creyeron fehacientemente, que las hojas de laurel se
encontraban aseguradas.
La navaja de
Bolaño
El último libro
de Roberto, 2066 terminó por consagrarlo como uno de los autores más
cotizados de habla hispana. No era un golpe de suerte, ni un
accidente. Su muerte dolorosa y repentina terminó de cortar de lado
a lado, el mapa literario no solo de Chile, sino de América Latina.
“Hemos perdido
al mejor de nosotros. No sólo a un camarada generacional, sino al que, por
derecho propio, se convirtió a poco de irrumpir en la escena editorial en
nuestro líder natural.” (Jaime Collyer, “Las últimas noticias” 15/07/2003
El reconocimiento
no es de cualquiera, se trata del alma fundante de La Nueva Narrativa, los
que consideraron que su aparición o aterrizaje dentro de la escena
literaria chilena, era lo más parecido a la imagen del “huacho” que intenta
reclamar algún derecho de familia.
Camilo Marks,
crítico literario de El Mercurio, diría “Se trata de una carrera
literaria muy larga, muy persistente y sostenida en el tiempo, con una vocación
muy profunda porque él estaba escribiendo desde los ’70. Indudablemente, hubo
un crecimiento. Sus últimos tres libros fueron los mejores. Y de seguro que es
uno de los pocos escritores hispanoamericanos que hay ahora que se va a seguir
leyendo dentro de 50 años más” (“La Tercera” 20/07/2003)
Desde mi
perspectiva, es imposible referirse a la segunda parte del siglo XX, en
el ámbito literario, sin hacer referencia a la obra de este autor que tiende a
cubrirlo todo, da lo mismo si su tradición o fuentes literarias se alejan de lo
que en Chile se concebía como novela, lo concreto es que sus cuentos, ficciones,
su prosa en general, incluyo el texto Entre Paréntesis donde demuestra
ser un eximio lector y crítico literario.
Sus guiños
cínicos, el acto reflexivo donde busca la palabra justa, que muchos hubieran
querido decir, pero que se la tragaron por falta de osadía, él, tuvo las
agallas suficientes para escribirlas; trayendo un aire fresco, lo hizo
con la voz de quién se sabe escaso de todo, carente de un discurso abarcador,
sin convencer ni convencerse, apostó por la literatura, en el territorio donde
todos nos hemos vuelto vendedores de algo, con juegos de imaginería hilachenta.
El terno gastado
de Bolaño, incomoda. Su costumbre de comerse las uñas frente a las
cámaras, sus ojos risueños y la palabra que intimida, nos hace sentir su
ausencia, ante un espacio cultural tan condescendiente, falto de crítica y
fundamento, más cercano a la farándula que a una reflexión. Nos hace
falta Bolaño, y por otro lado nos sobran los bolañitos y sus tenaces
detractores, unidos todos, de eso no cabe duda, bajo la protección de la
academia, escudo salvífico destinado a pontificar las opiniones, de quienes
saltan al combate, con la espada pegada a su cátedra.
La navaja de
Roberto fue su lápiz, donde plasmó sus pensamientos, sus sueños, el
vagabundear de cada día, de ahí surgieron sus personajes, sus poemas, encerrado
en un pequeño cuarto, escuchando rock y escribiendo con la secreta
confianza, que su trabajo tendrá validez para otros, aunque
esos otros se tarden años en llegar, Bolaño fue la perseverancia, el amor
desquiciado por el oficio mendicante de escribir.
Sin
proponérselo, sin medir siquiera el impacto de su oficio en las nuevas
generaciones, rompió esa afonía estética y social instalada bajo el formato de
farándula, lo hizo con la única herramienta que tenía, su pluma y
palabra, abrió con ello las puertas para que nuevas voces críticas se
atrevieran a desafiar lo instalado, la llamita que encendiera, este hijo de
tantas tierras, impulsa a seguir abriendo nuevos caminos, aunque ello
signifique ser acusado de plagio, de inventarnos historias y talleres fantasmas
o de dormir con Oscuro de Chile bajo la almohada.
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