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Santiago,
12/septiembre/1973
"Cuando
caminaba ayer, a las 8 de la mañana, hacia la Escuela de Periodismo de la
Católica, sentí bocinas y, a la altura de Alameda con San Isidro, pregunté qué
ocurría. Las Fuerzas Armadas depusieron al Gobierno, me dice alguien. Apuro el
paso, y encuentro a algunos alumnos en la Universidad. Un par de horas y oímos
por una radio portátil la despedida del presidente Allende. He llorado
silenciosamente. Cuando los militares toman el poder, no se van. Hay que
echarlos, porque tras el falso principio del "desinterés espartano"
se encubre un ansia de poder. Cada uno se siente un O´Higgins, y la hacen en
grande...
¿Qué
va a ocurrir con los pobres de Chile? ¿Serán humillados y puestos en campos de
concentración; les aplicarán la "ley de la fuga"; hablarán de los
enfrentamientos entre los hijos de la Oscuridad y los hijos de la Luz? El
ejército de Chile ha ocupado su propio país, dispuesto, por lo que leo en la
prensa y veo en la televisión, a eliminar de raíz el pensamiento libre, las
instituciones, la voluntad popular. Ya los de la Corte Suprema han reconocido
como legal un régimen de facto".
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