domingo, 8 de septiembre de 2013

Luis Danilo Macaya Jiménez: 11 de septiembre de 1973. El día del golpe militar

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Aprendimos con dolor, las verdades y la injusticia. A veces
tan sutilmente que cuando esta realidad se acercaba a
nuestras vidas, no extrañaba para nada.
Pasaba otro día y seguíamos caminando, meses y años.
Un día despertamos del sueño, había un nuevo aire,
respiramos y volvimos a soñar.
Todavía seguimos soñando.


 
 
Aquel día, que cambió el concepto que se tenía de Chile; "Un oasis de paz en Latinoamérica". Me levanté temprano para ir a clases en la Universidad Técnica del Estado (UTE) de La Serena. Curiosamente, ya que yo no era bueno para los mandados, fui a comprar el pan (más extraño para otros) en el local que me quedaba a cuadra y media de mi casa. La fila, que no tenía más de 20 personas, avanzó rápidamente y tras de mí un par de señoras conversaban:
- ¿Escuchó vecina lo que pasó en Valparaíso? Se amotinaron los marinos y escuché que el presidente estaba hablando algo en la radio. La señora respondió que no tenía idea de nada y la otra, insistía que la cosa estaba fregada.
 Volví a casa y pregunté a mi madre si había escuchado algo en la radio. Como ella no estaba informada, tomé mis libros y me dirigí a la Universidad. Vivía yo en el centro de Coquimbo, tomaba fácilmente el microbús en el Empalme. Mientras viajaba rumbo a La Serena, la mente divagaba con mis problemas cotidianos y de los estudiantiles, casi olvidando las conversaciones de las señoras en la panadería.
Las cosas cambiaron al entrar a La Serena, subiendo por la Avenida Francisco de Aguirre. Todo despejado, pocos vehículos, ya eran cerca de las 9 de la mañana. Totalmente ignorante de los hechos en desarrollo, me llamó la atención una “Cuca” o “Juanita”, como apodaba aquellos tiempos a los furgones de carabineros, venía bajando por calle Colo Colo frente a la Plazuela Buenos Aires. Las puertas traseras del furgón venían abiertas, haciendo que volviera la vista para mirar atrás. Apenas se cruzó con el microbús en el que viajaba, divisé tendido sobre el piso interior del vehículo un policía con casco de combate, su ametralladora con trípode, posiblemente una punto 30. El microbús se acercaba al paradero donde debía bajar. Llegando a la Universidad me encontré con todo el revuelo.
Por parlantes, se escuchaban los acontecimientos narrados por la radio. Los dirigentes estudiantiles llamaban a asamblea. La radio trasmitiendo los primeros bandos militares. Los estudiantes llamando a defender la Universidad: —La universidad es autónoma, no la entregaremos— decían.
El golpe militar era un hecho. No me encontré con mis compañeros de cursos, estaba solo. No podía comentar nada con nadie, como pollo en corral ajeno deambulaba por pasillos y patios de la universidad. Tenía pocos meses estrenando mis 18 años y los parlantes repetían bandos militares.
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