viernes, 17 de agosto de 2012

Bolaño: La resurrección del último excomulgado

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por Enzo Borroni
 

Para escribir sobre Roberto Bolaño, se debe encender un cigarrillo, tomar un espejo por sus orejas y reírse de sí mismo; después, coger el lápiz con la mano izquierda y patear letras en la hoja en blanco con la pierna derecha. Para escribir sobre Roberto Bolaño debes convertirte al ambidiestrismo.



De Roberto Bolaño, el escritor, ya todas las “madres literarias” de este país han dedicado sus humildes páginas atiborradas de rimbombantes platillos y cursis lágrimas, rosas y despedidas. ¡Viva el Gran Escritor, el Visionario, el Desterrado! ¡Viva el Elegido! Epítetos que más que serios y francos artículos en torno a la obra de Bolaño, se transforma en una fiesta absurda, por decir lo menos, en donde los que antes alzaban la mano para apedrear cualquier movimiento de la palabra del escritor, ahora se suben, sin asco y vergüenza al carro de la victoria, mucho más que nunca, después de poder diaconizar la imagen de Bolaño en sus mugres de comentarios.

Este santiaguino siempre fue odiado por la crítica chilena, pero el sentimiento fue mutuo. “Chile es un país donde ser escritor y ser cursi es casi lo mismo… La verdad es que los escritores chilenos actuales, los narradores y me imagino que también los poetas que están en el Hit Parade, son muy malos, y todo el mundo sabe que son muy malos, y además de malos, trepas, plagiarios, embaucadores, tipos capaces de todo por conseguir un trozo de respetabilidad, cuando la verdadera literatura debe alejarse de ella, pero nadie lo dice, no sé por qué razón”. Frases como ésta iniciaron la batalla. Es que su filuda lengua es la que le dará el reconocimiento literario, pero sin duda el camino fue largo, porque para escribir sobre Roberto Bolaño, primero se debe encender un cigarrillo y estrujarlo hasta el filtro, tomar un espejo por sus orejas y reírse de sí mismo, sólo después, coger el lápiz con la mano izquierda y chutear las letras en la hoja en blanco con la pierna derecha. El escritor tuvo que llevar consigo durante toda su niñez dos complicaciones: ser disléxico y ambidiestro (zurdo de nacimiento).

Pareciese que la literatura está repleta de genios con alguna “deficiencia”. Mancos, introvertidos, tartamudos e incluso desequilibrados, a los que las «deficiencias» llevaron a la lucha perpetua ya las puertas de la Clarividencia cuando el Todo se desconecta del Todo y crea un nuevo Todo. Al deambular por la duda crece el germen inevitable de la opinión, que para Bolaño se transforma en su pluma. Ácido, crítico, casi nietzcheano, sus ataques muchas veces llegan a echar abajo hasta la puerta de su propia casa. El escritor tenía una lengua de puñal y quien se acercaba para darle un solo golpe, terminaba decapitado. En la política también rodaron cabezas Aunque siempre hemos escuchado al Bolaño escritor, no podemos pasar por alto al político.
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Después de 5 años en México volvió a nuestro país en 1973 para experimentar la Unidad Popular y el Gobierno de Salvador Allende. Vivió el cruento 11 de septiembre y fue detenido después de apoyar una tibia resistencia. Acusado de terrorista extranjero (debido a su acento mexicano) fue trasladado a Concepción, lugar en donde pensó que terminaría su vida, siendo 8 días después un Moisés salvado de las aguas por un ex compañero al cual no recordaba, y que en ese momento se desempeñaba como funcionario de Investigaciones “A los 20 años vuelvo a Chile solo a hacer la revolución. Yo estaba, por aquella época, más bien en la extrema izquierda, cercano al MIR, pero mi ideología era troskista”. Posteriormente en una entrevista realizada en el año 2003 por el diario El Tiempo de Colombia, Bolaño se refiere al significado del día 11 de septiembre en su vida, desenvainando nuevamente la espada para referirse a la fatídica fecha “Una putada. Un baile parecido al de San Vito. La caída de Allende más la fiesta nacional de Cataluña, que conmemora otra derrota, más el ataque de los suicidas a las Torres Gemelas, que viene a ser una tercera derrota de la cultura frente a la religión”.

Al dejar el país, el joven Roberto, no precisamente vuelve al seno familiar que lo esperaba en el Distrito Federal mexicano, la idea de la aventura lo ha sobrepasado enormemente. 20 años, poeta, sobreviviente del golpe de Estado en Chile, todo un héroe, por lo que decide bajar las maletas en Centroamérica, más exactamente en Salvador, país que le traerá la dicha de compartir con uno de los grandes de las letras hispanoamericanas, el mítico Roque Dalton; pero el destino también le mostrará sus dientes cariados al conocer a los futuros asesinos del maestro “Yo conocí a varios de los que mataron Dalton. Viví en su tierra antes de la Guerra Civil y de los diez comandantes principales, cuatro eran escritores. Uno se llamaba Cienfuegos, éste fue el que dio la orden de asesinarlo… a veces me pregunto si allí no había una enemistad literaria… Creo que básicamente lo mataron por lo de los hijos haciendo el ritual de la matanza del padre”. Después viene su etapa mexicana, la amistad con el poeta Mario Santiago, un sin fin de artículos en diarios y revistas, el movimiento “Infrarrealista” y una vida literaria a toda prueba. 1977 y el nómade vuelve a mudarse. España, la Costa Brava, Barcelona, Blanes, calle del Loro, serían sus nuevos destinos. Camarero, guardia nocturno de un camping, cargador en el puerto, vendedor de bisuterías, mientras comienza a hacerse conocido en el circuito under español, a través de los concursos literarios de los distintos ayuntamientos. La vida es dura para Bolaño quien alguna vez declarara en torno a la precariedad de un latino en Europa “El crimen lo he visto desde lejos, pero la mendicidad, la inopia absoluta, la he visto muy de cerca” Pero llega 1993 y sus obras “Estrella Distante” y “La Literatura Nazi en Chile” para que de una vez por todas Bolaño salga del ropero. El premio municipal de literatura en nuestro país (del cual dice no sentir orgullo alguno) con sus relatos “Llamadas Telefónicas” y “Nocturno de Chile” novela con la que se gana la enemistad de medio Chile, literalmente. Saca la roncha al describir las reuniones literarias que se celebraban en una casona de Santiago a cargo de la escritora Mariana Callejas, mientras su marido el norteamericano Michael Townly, torturaba prisioneros políticos en los sótanos. En esta misma obra el personaje central es el cura Ibacache, sacerdote Opus Dei, escritor fracasado que narra en el transcurso de la noche, en estado febril, las atrocidades de la época. Comienza con una fiebre de 40°, el relato culmina cuando la calentura ha bajado a los 37,5° y una tormenta de mierda se toma la última frase de la novela.

Sus constantes ataques a la derecha política y al gran porcentaje de los escritores nacionales, termina por reventar la paciencia de los afectados, e incluso su crítica también llegó a una parte de la Concertación, a la cual acusó de aburguesarse en el poder, creando camarillas en donde sólo ellos y nadie más que ellos usufructan del poder y sus beneficios.

Aunque el premio Rómulo Gallegos obtenido por su novela “Los Detectives Salvajes” (1998) ayudó a aminorar las críticas hacia Bolaño, lo ácido de la lengua madre de la narrativa nacional nadie pudo detenerla. Lagos, la Izquierda y la Concertación “No soy un desencantado de la política, aunque motivos no me faltan ni a mí ni a nadie, pues la política por regla general es un nido de serpientes. Sigo siendo de izquierda y sigo creyendo que la izquierda, desde hace más de sesenta años, mantiene en pie un discurso vacío, una representación hueca que solo puede sonarle bien (esas cataratas de lugares comunes) a la canalla sentimental. En realidad, la izquierda real es la canalla sentimental quintaesenciada”. Así se refería Roberto Bolaño sobre la izquierda no solo chilena sino mundial. Su lucidez a la hora de interpretar los hechos de la historia reciente es sinceramente espectacular, aunque muchos digan que estas imágenes ya llevan demasiados años en el ruedo político, la forma y la fuerza con la que el escritor las expone son únicas. En una entrevista realizada por el diario argentino Página 12 en enero del año 2000, consultado sobre el triunfo de Ricardo Lagos en las elecciones presidenciales, no se arrugó para decir que el mandatario electo no exhibiría la generosidad de Allende e incluso más, cuando disparó contra los socios falangistas de Lagos en razón de que “muchos han votado con el miedo que representará la vuelta después de la muerte de Salvador Allende. Incluso debe haber influido para que gente de la Democracia Cristiana votara en contra de la Concertación de la que forman parte” para después hablar de que no habría un punto de comparación entre el mandatario de la UP y el de la Concertación porque “Lagos no cometería los errores garrafales de la Unidad Popular, pero no podrá exhibir la generosidad de Allende, básicamente porque no tiene las virtudes enormes de Allende”.

En relación a la sociedad en la que se había transformado Chile después de la vuelta a la democracia, la visión del escritor estaba entre el optimismo y la des-confianza, aunque suene esquizofrénico, pero la claridad de sus respuestas nos dejan con un sabor explicativo enorme de las lúcidas ideas del narrador. “Aunque se ha sabido salir adelante hasta el momento, Chile tiene una democracia frágil, casi se podría decir vigilada. El Ejército tiene y seguirá teniendo un papel muy fuerte… yo no confío en ningún Ejército del mundo, menos voy a confiar en el de Chile”.
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Preguntado sobre Pinochet y su vuelta al país luego su detención en Londres, Bolaño fue enfático, categórico y sarcástico, primero adelantándose a la historia con su frase “Lagos ha dicho que deja todo en manos de la justicia, así que no veo al futuro gobierno hacer nada por juzgar a Pinochet… no creo que eso ocurra” , y como en una de sus novelas, intenta imaginar el relato del momento que el dictador entrará en el hemiciclo del Senado “podría resultar algo divertido como vergonzoso. Pinochet podría presentarse en el congreso, levantarse de su silla de ruedas y ocupar su banca. Algunos dirían: “Milagro, milagro” y hablarían de la salud prodigiosa del “ex tirano” y a Jack Straw se le tendría que caer la cara de vergüenza”. Dicho y hecho, una vez más Roberto Bolaño se adelantó a la historia, como todo clarividente que a través de la ficción, (aunque floten sus cenizas en una ola del Mediterráneo), nos puede enseñar lo que es cierto, irreal y eterno.

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