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Poeta Mapuche
El Poeta Jorge Teillier
Óleo: R. Calderón Martínez
Óleo: R. Calderón Martínez
Jorge Teillier, su nacimiento está marcado por la celebración de San Juan, un 24 de junio, día en que, adicionalmente, se celebra el “Día de los pueblos originarios” en donde los Mapuche esperan el “Wiñoy Tripantv” donde se renuevan las energías del cosmos, marcado por la traslación del hemisferio sur, pasando de una estación a otra: de otoño a invierno en donde la tierra cumple su ciclo. Es quizá esta renovación de energía que Teillier plantea desde su poesía, exponiendo una nueva lengua en el escenario poético. El vate es oriundo de Lautaro, provincia de Malleco, territorio Mapuche, en el legendario lugar denominado como “La Frontera”, en la actualidad llamada Región de la Araucanía.
La primera aparición en el terreno lírico es con su obra: Para ángeles y gorriones, 1956, en donde va presentando un universo poético cargado de parajes campestre, anexando un discurso cotidiano que trabaja en todas sus obras: Mi abuelo se despierta, / rehecha su condición antigua / y contempla, como ayer, al trigo. / Debe andar mi abuelo por los campos recién arados / hablando con los pinos, espantando gorriones. En estos versos ilustran un personaje de tradición agrícola propias de los campos del sur. Le siguen imágenes nocturnas acompañadas de lluvias, trenes, de los bosques, casas de madera, duendes, otoños, cercos de madera, calles polvorientas, que va configurando la propuesta poética de los lares.
En 1965 el vate fronterizo lanza a la luz pública el ensayo Los poetas de los lares, obra en la que expone sus postulados, trazando el nuevo sendero poético en el mundo literario, enfrentándose a la lengua mayor que venían trabajando los poetas Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Gabriela Mistral y Pablo De Roca. El poeta no solo es una persona encargada de mantener la palabra, Teillier solía decir que el poeta es el guardián del mito, y debe ser también un testigo de eventos sociales, en su libro Crónica del Forastero, 1968, deja ver episodios que en la actualidad aún siguen existiendo en conflicto social entre las sociedades que conviven en una sola comarca: “Se reúnen los que fueron contrabandistas de ganado, / ladrones de tierra, dueños de hoteles o almacenes, / bandoleros, pioneros de hacha y arados. / Los que mataron mapuches y aprendieron de los mapuches a beber sangre de cordero recién sacrificados.” En estas líneas, el vate va acusando un conflicto que se viene encaminando hasta cristalizarse en la actualidad.
El discurso poético que Teillier trabajó, ha influenciado en muchos escritores que añoran el vasto manto verde de la flora nativa, que se extendía en toda la comarca. Además habla de personajes tales como los parroquianos, el borracho del pueblo, el loco de la plaza, los contertulianos, campesinos, entre otros, que van compaginando el epitafio lárico. En la poesía Mapuche, existen imágenes y escenarios cargados de vivencias de las comunidades indígenas de las zonas rurales. En la mayoría de estos versos, hay una invitación a cabalgar por la memoria: recordando las vivencias como las siembras, cosechas, las conversaciones alrededor del fogón, tiempos de recolección, los ritos ancestrales; es una invitación a preservar la lengua ancestrales, conductor esencial que nos permite validarnos como Mapuche; se hace alusión a una vida comunitaria, resaltando a personajes tradicionales que van configurando este universo poético, como: el Lonko, la Machi, la papay, el weupife, el ngiñatufe, entre otros. En los versos de los escritores Mapuche, se puede percibir con facilidad la añoranza de los bosques nativos y el conflicto con las plantaciones del monocultivo exótico: llámese pino o eucapitus.
El diálogo del vate es una invitación a la aldea, Teillier nos invita a recorre la sencillez de la comarca, donde se comparten los recuerdos que aun siguen vivos, nos contagia con sus versos inyectados de vivencias cotidianas que hablan de lugares donde comparten los mitos, donde la palabra es el centro de toda convivencia. Nos ilustró un universo de ensoñaciones viajando en los vagones de la memoria, deteniéndose en pueblos donde las tabernas son los principales escenarios de estimulación poética. Donde lo natural cobra vida en cada página, en cada estación, en los bosques… pero sobre todo en la palabra.
El
La puesta en escena de Jorge Teiller, hecha por Critián Cayupán y Alfredo Lavergne, ha sido toda una revelación, un descorrer el velo, lo que me permite intuir lo grande que fue el poeta presentado y también los presentadores; gratificante y enriquecedora fue esta lectura. Gracias.
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