.
Francisco Viñuela es un escritor de origen chileno (Valparaíso, 1949) que vive en El Quebec desde que en 1973 se exiliara, a raíz del golpe militar contra el gobierno de Salvador Allende. Nunca ha vuelto a Chile, y esto no quiere decir que viva en el resentimiento, sino más bien en una lúcida memoria que no pacta con las trampas que a muchos como a él les tendió la historia.
Su modo de contár(se)la consiste en encarar los hechos como un entomólogo que observara el proceder de las cucarachas que han entrado en la cocina; sabe que debe poner la suficiente distancia para evitar el asco y el espanto; sabe que debe moverse, ir modificando el punto de vista, para comprobar qué hacen esos bichos o recuerdos desde diferentes planos. Una inquieta separación la suya.
De ahí que sus relatos conlleven una fuerte dosis de ironía y humor, la que ya conocemos desde su novela Doña Alma Errante (1990); un modo de poner distancia entre el ojo y el objeto, que no siempre está al servicio de neutralizar la emoción que pudiera enturbiar la mirada, ya que con frecuencia se revela como mero gozo verbal, pura recreación en el narrarse. De ahí también que su escritura conlleve un movimiento constante de tiempos y de espacio, donde los otros, los recuerdos cucaracha, viven, hablan, se mueren, aman.
En el relato que abre el libro La clave y-griega, Ediciones Celya, Salamanca 2005, 101 páginas, se nos habla del equipo creado por el Juez Garzón para investigar los cargos imputables a Pinochet y acusarle de haber cometido crímenes contra la humanidad. Sabido es que el dictador contaba con la incondicionalidad de Thacher por el apoyo que le prestó Chile a Inglaterra, durante la guerra de las Malvinas. Lo que no es tan conocido es la ayuda del Rey de España, Juan Carlos, a Pinochet, para salvarle de un atentado que iba a sufrir en Madrid.
Una apasionante historia que tiene por contexto los funerales de otro dictador, Franco, del que el chileno, ante los ojos del mundo, recogía su legado político de brazo duro; una trama tan bien urdida que atrapa al lector con los ingredientes de la novela negra y los seductores escenarios de la alta política.
Esta historia que da título al libro, sin duda la mejor de todas, está tan bien contada que el lector traspasa la frontera de la verosimilitud y al acabarla no duda de que los hechos extraordinarios que acaba de leer sucedieron tal cual le han sido revelados, mientras ha escuchado la conversación entre el juez Garzón y la periodista. Como tampoco de las férreas fraternidades trenzadas entre los mandatarios del mundo para asegurar su estabilidad en el puesto.
Personajes de la historia reciente (y no tanto) definidos por un trazo rápido pero rotundo como el que retrata a Pinochet: siempre enmudecía, su sistema vital disminuía al mínimo el consumo de energía. Sin corazón, sin sentimientos, solamente así su cerebro se alimentaba y funcionaba. Y entre todos los nombres de políticos reales, uno de ellos que recorrerá los avatares de otros relatos: Casimiro Montrond, el personaje no humano, que procede del infierno, y que supone el guiño del autor para recordarnos que esto es un relato literario, un personaje de ficción que simboliza fuerzas muy presentes en nuestra sociedad actual.
Historia y ficción separadas por un hilo muy débil en todos los relatos. En alguno de ellos, totalmente fundidas como sucede en Nunca amaneció en Santa Elena, donde un diálogo telefónico, presenta ante el lector dos planos simultáneos de narración con sus propias referencias espacio-temporales: el pasado alcanza el presente y obtiene su espacio en la escritura, frontera cargada de sentido.
Una apasionante historia que tiene por contexto los funerales de otro dictador, Franco, del que el chileno, ante los ojos del mundo, recogía su legado político de brazo duro; una trama tan bien urdida que atrapa al lector con los ingredientes de la novela negra y los seductores escenarios de la alta política.
Esta historia que da título al libro, sin duda la mejor de todas, está tan bien contada que el lector traspasa la frontera de la verosimilitud y al acabarla no duda de que los hechos extraordinarios que acaba de leer sucedieron tal cual le han sido revelados, mientras ha escuchado la conversación entre el juez Garzón y la periodista. Como tampoco de las férreas fraternidades trenzadas entre los mandatarios del mundo para asegurar su estabilidad en el puesto.
Personajes de la historia reciente (y no tanto) definidos por un trazo rápido pero rotundo como el que retrata a Pinochet: siempre enmudecía, su sistema vital disminuía al mínimo el consumo de energía. Sin corazón, sin sentimientos, solamente así su cerebro se alimentaba y funcionaba. Y entre todos los nombres de políticos reales, uno de ellos que recorrerá los avatares de otros relatos: Casimiro Montrond, el personaje no humano, que procede del infierno, y que supone el guiño del autor para recordarnos que esto es un relato literario, un personaje de ficción que simboliza fuerzas muy presentes en nuestra sociedad actual.
Historia y ficción separadas por un hilo muy débil en todos los relatos. En alguno de ellos, totalmente fundidas como sucede en Nunca amaneció en Santa Elena, donde un diálogo telefónico, presenta ante el lector dos planos simultáneos de narración con sus propias referencias espacio-temporales: el pasado alcanza el presente y obtiene su espacio en la escritura, frontera cargada de sentido.
Hable de ahora o del siglo XVIII; de Napoleón o de una mujer enamorada de su sombra, Francisco Viñuela estará siempre hablando de lo mismo: la belleza (dionisíaca o apolínea) de la lealtad moral y sentimental en los momentos de peligro; suceda en Santa Elena o en un aeropuerto de Nueva York, su espacio será la frontera donde la memoria íntima se abraza con la historia; el borde de la realidad que se atisba con el deseo y se habita con ser nombrado. Pese a algún que otro galicismo, disculpable por esos treinta años viviendo en francés, pruébenlo: merece la pena.
Poemas Selectos:
Poema XVII
Rasgos raídos y reminiscencias absolutas solubles en la sal de mis míos y no tuyos, ya que nada te doy porque no quiero y en uno de esos no quiero tampoco debo aunque podría ser de ti alma ya entregada en una rada ya que amo el absurdo absidal de tu templo que no me dedicas sacrificándome el altar de todos tus muslos...
¿Rojas ramas rurales? ¿dije eso? ¿Rojas ramas rurales? incendio alfabeta mío de miseria? cálculo miserere? estás ya además entre mi carne templaria temblando ramera que remas? Dije eso? o bien dije que te quiero roja rama rural!
Todas la rameras vinieron remando aquella noche del tiempo, remando pretérito, remando incesto bien amado, alejando la sombra rescatando lo incumplido, soplido, bandido extasiado, ruido de remos en el agua liquidada de la palabra...
Así venías por la noche del río viniendo sin decir agua va o'nova, ramera a buscarme y no supe verte porque no te vi pues no vi a nadie remando a bordo del navío que no veía ni verá ni vio, pediré entonces un novio en lugar de un navío la nave en lugar de el nové...nada ve y vete te vi y nada en nada y mucho en el agua remando mi ramera... Así venías por la noche del río pintando oscura el agua clara en claro oscuro... y nada fui y dejé ser a los que fueron porque más valía chincol volando que mi oscuro pájaro entre tus manos!
Poema XVIII
No todas las Margaritas tienen la voz alta
Aquella mañana de primavera con radical anestesia rancia, en esencia me abandonó Anastasio aclarándome con la epifanía de su rastrillo ecléctico de tipo clásico, que todo no fue sino una conspiración de su abuela doña Caparoja viuda de Lobos..
Se fue simplemente rumiando con los verdes rompiendo olivas y deshidratando fruta jugosa secando palmos de agua, invirtiendo en vertientes puras para luego vender la tierra en botellas..
Todo quedó albo como el alba de un albacea alborozado; me dejó lanzando monedas en la fuente sin pedir los tres deseos sin darme tiempo para desearle la nada, a uno, al otro, y los otros escribieron párrafos aparte llenos de Otrosi y aquello finalmente repletó el contenedor de una memoria...
Fundamentalmente Anastasio había cambiado de color, cambió de color y mientras estaba en el habiéndolo cambiado y conjugándose el pigmento, todo se hizo de repente noche oscura, no se veía nada no se vio nada porque nunca se había visto nada igual a una iguana desigual, como la noche de todas las colas de culebra culebreando que suman siempre un solo gato pardo...
Anastasio extasiado asociaba pozos petroleros quitándole el tapón al fondo de su golfo
dejando vaciar la bañera de su planeta al interior de su lavabo desvariado, rugido occipital, olor a metano, caligrafía de labios deshechos, inabordable ortografía en la palma de sus manos, ostra con ostracismo de silencio, amargo en su corporación pirata de Somalia, socio mayoritario de una exuberante monarquía...
No todas las Margaritas tienen la voz alta
Aquella mañana de primavera con radical anestesia rancia, en esencia me abandonó Anastasio aclarándome con la epifanía de su rastrillo ecléctico de tipo clásico, que todo no fue sino una conspiración de su abuela doña Caparoja viuda de Lobos..
Se fue simplemente rumiando con los verdes rompiendo olivas y deshidratando fruta jugosa secando palmos de agua, invirtiendo en vertientes puras para luego vender la tierra en botellas..
Todo quedó albo como el alba de un albacea alborozado; me dejó lanzando monedas en la fuente sin pedir los tres deseos sin darme tiempo para desearle la nada, a uno, al otro, y los otros escribieron párrafos aparte llenos de Otrosi y aquello finalmente repletó el contenedor de una memoria...
Fundamentalmente Anastasio había cambiado de color, cambió de color y mientras estaba en el habiéndolo cambiado y conjugándose el pigmento, todo se hizo de repente noche oscura, no se veía nada no se vio nada porque nunca se había visto nada igual a una iguana desigual, como la noche de todas las colas de culebra culebreando que suman siempre un solo gato pardo...
Anastasio extasiado asociaba pozos petroleros quitándole el tapón al fondo de su golfo
dejando vaciar la bañera de su planeta al interior de su lavabo desvariado, rugido occipital, olor a metano, caligrafía de labios deshechos, inabordable ortografía en la palma de sus manos, ostra con ostracismo de silencio, amargo en su corporación pirata de Somalia, socio mayoritario de una exuberante monarquía...
Francisco Viñuela, de la colección:
Estoy al borde de creerte magnolia de invernadero
o agregando una coma
Estoy al borde de creerte, magnolia de invernadero
.
o agregando una coma
Estoy al borde de creerte, magnolia de invernadero
No hay comentarios:
Publicar un comentario
La editorial tomará en cuenta tu aporte
El comentario debe ser firmado
Saludamos al lector activo.
Si tienes alguna consulta, escríbenos a:
sociedaddeescritoresdechile@gmail.com