viernes, 15 de enero de 2010

El monitor peruano, en la casa de la visitadora

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Por Omar Cid

Uno de los fenómenos significativos, que marcan la segunda vuelta entre Frei y Piñera, es la disputa por rostros o entre comillas personalidades, tanto del ámbito cultural, político, académico o de la farándula. La importancia de estos apoyos a la hora del sufragio en las urnas, es francamente discutible, lo más probable es que nadie con un mínimo de información, cambie su opción de voto, porque ve un rostro televisivo o del mundo de la cultura apoyando a uno u otro candidato. En ese aspecto, la única utilidad posible de la exposición pública de una opción política, es la de reafirmar las propias convicciones.
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La visita entonces, del monitor Mario Vargas Llosa, apoyando al candidato empresario en Chile, resulta bastante de mal gusto, sobre todo cuando se conoce el comportamiento pusilánime, del dandy de las letras latinoamericanas.

Jaime Bayly, un conocido nuestro, define de modo muy sintético a su colega “A Mario (Vargas Llosa) le gusta ir a los palacios de gobiernos, a las casas de los reyes. Le gusta pues, y ahora es amigo de Alan (García)” (28-dic.-2009, Diario, El Comercio de Perú).

De hecho, al escuchar a un huésped tan ilustre -uno no sabe si lo que dice- es parte de una travesura o estamos frente a la construcción de una feroz novela, al estilo de “La Fiesta del Chivo” o “Conversaciones en la Catedral”. Entre otras cosas Mario, nos recuerda que su anfitrión, es una excelente persona, un liberal de tomo y lomo, hay que ser muy Bolaño, para que te inviten con comida y gastos pagados, para luego golpear la mano del mecenas de turno, hay que escribir con un poco de verdad a los jefes, sin renegar de los cachorros, para sentarse en los poderes de turno y el invitado a fin de cuentas, es un caballero.
El conspicuo Vargas, también nos ha dicho, sin siquiera atorarse o mostrar evidencias de molestia estomacal, que la derecha chilena dará clases a los gobiernos de América Latina, en apertura, democracia, sentido liberal y progresismo, no como los gobiernos de Venezuela, Nicaragua y Ecuador que pueden caber en la definición de republiquetas elaborada por su íntimo amigo, Alan García.
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La capacidad de ficción del bolero limeño, emociona. En el mismo instante en que su voz deambulaba por las esquinas del recinto que albergó a tanto intelectual, depositario del símbolo plagiado de la estrellita, Jovino Novoa, el sub-secretario de la dictadura, se escurre entre los asientos del Congreso en Valparaíso, la lengua viperina de Iván Moreira, matón del otrora dictador, toma descanso, acompañado del locuaz Patricio Melero, alcalde de la comuna de Pudahuel, en los tiempos aquellos. Eso, mientras Hernán Larraín y Andrés Chadwick, disfrutan de unas cortas vacaciones en las termas de Panimávida y conversan de la época, en que se podía pasar regio, en Colonia Dignidad.
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En tanto, nuestro intelectual globalizado, envuelve a su público con la ilusión de ese otro Chile republicano, donde un empresario honesto, tendrá especial preferencia por los más pobres y los trabajadores, dando una lección de ética a todo un continente. Por eso no escuchó las pifias en el museo de la memoria, ni se molesta en escudriñar las historias particulares, de los victimarios que comparten la mesa empresarial. Más bien los deleita. con alguna pequeña historia del boom y de sus tiempos en que apoyaba a la revolución cubana y fumaba habanos con Fidel, en un largo paseo por la Habana vieja, así Sebastián se entusiasma y abre otras cuantas botellas y le pide que se quede unos días más.
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