por Gustavo Mujica
(15-diciembre-2009, en el Bar-restaurant Antrofino)
Soy Gustavo “Grillo” Mujica, poeta y editor de poetas, ambos “oficios inútiles”, tanto como el de profesor de filosofía, el segundo oficio de Miguel Vicuña, poeta y amigo histórico, a quien tuve la suerte de editar, reparando una deuda con un cómplice de mi mismísima generación poética. Hablamos de Gonzalo Millán, Juan Luis Martínez, Claudio Bertoni, Cecilia Vicuña, Patricia Jerez, el jaiva Eduardo Parra, Bolaño, Mauricio Electorat, Jordi Lloret, Mauricio Redolez, y un largo etc., en donde, algunos ya son más leídos que otros, que lo serán sin duda. Casi todos los pocos que nombré estamos antalogados juntos. A casi todos los publiqué, o un librito o en alguna de las revistas de la diáspora chilena. Aclaro que al hablar de Generación Poética, y que nuestro colega aún desterrado en París, Waldo Rojas llamó “Promoción emergente”, me refiero a un período de publicaciones, que corresponde al exilio interior y exterior, y no a la edad de los poetas.
Deuda con Miguel, pues se me quedó bajo la mesa en París, en donde, en plena diáspora chilena, publiqué a los que les dije y otros, en Europa, con una imprentita con la que a veces sueño (una Gesterner 210), pues entonces Vicuña no me soltó ningún manuscrito, que recién me lo tiró por la cabeza ahora.
Con Miguel en ese período del exilio, coincidimos en Madrid, en donde compartimos un Departamento en la Calle Acuerdo 36, en pleno barrio Malasaña, con el escritor Radomiro Spotorno. Yo venía arrancando de una ruptura con una diosa, y mis cumpas me acogieron en una comunidad desatada. En ese barrio madrileño es donde se originó la tan mentada “MOVIDA” post franquista. Esos tiempos fueron iniciáticos, por el destape de una contracultura extraordinaria, que en Chile post pinochetista se dio de a poquitito y apenas. La MOVIDA, ese destape extraordinario, que nos marcaría.
Fuimos antipoéticos y contraculturales, ambas tendencias ya recuperadas, que ahora son un chiste, con sus líderes payasos gagá. Coincidimos en París, también en pleno destape teórico post sesentayochiano, ambos casados con dos hermanas. Hicimos una revista de un número, FOSA COMÚN. Sufrimos, fiestamos y recitamos juntos. Miguel retornó antes a Chile y presentó la labor de “Ediciones GrilloM” en la librería Altamira. La paradoja, es que ya retornados, casi ni nos vimos, pues el neo liberalismo, apenas reparado por la Concertación, esa realidad real, nos tuvo, nos tiene, en una supervivencia absurda y precaria, a pesar de la cual, al menos yo, no me atrevo ha juzgar a los que se vendieron al sistema que detestamos y que tiende a ser peor.
Se supone, que cuando se presenta un libro, el presentador se refiere al autor y su obra. Y yo estoy hablando de contextos y anécdotas. Considero, que referirme a “dicha non desdicha”, desde mi lectura, es ponerle precio a las flores, primero, porque soy poeta, y si hay algo que detesto, es explicar un poemario, cosa interesante académicamente, pues en este ámbito se pretende reflejar diferentes lecturas. Sin embargo siempre o casi siempre, desde un punto de vista de la teoría literaria de moda.
Al poeta se le huele en su respiro, y les aseguro que Miguel Vicuña lo tiene. Solo les digo, que en este poemario, el poeta tiene contenidos arquetípicos de la poesía, como cantarle a sus padres (1). Además le canta a su “Ñusta”, musa perdida, y entremedio, tira joyitas sonoras y pseudos absurdas, que dan cuenta de una poética que busca la razón de ser del poema y del poeta. Y también, como no, se tira unos versos circunstanciales notables. El común denominador de “Dicha non desdicha”, es decir de una felicidad que no se reniega, es el de un oficio poético fuera de lo común.
Sabemos, es vox populi, en Chile, levantas un poeta y hay una piedra. Miguel no es pétreo, es puro fluido, musical y paradójico, pero muy controlado en la forma, como un buen poeta profesor que sabe de lenguas y filosofía.
Soy Gustavo “Grillo” Mujica, poeta y editor de poetas, ambos “oficios inútiles”, tanto como el de profesor de filosofía, el segundo oficio de Miguel Vicuña, poeta y amigo histórico, a quien tuve la suerte de editar, reparando una deuda con un cómplice de mi mismísima generación poética. Hablamos de Gonzalo Millán, Juan Luis Martínez, Claudio Bertoni, Cecilia Vicuña, Patricia Jerez, el jaiva Eduardo Parra, Bolaño, Mauricio Electorat, Jordi Lloret, Mauricio Redolez, y un largo etc., en donde, algunos ya son más leídos que otros, que lo serán sin duda. Casi todos los pocos que nombré estamos antalogados juntos. A casi todos los publiqué, o un librito o en alguna de las revistas de la diáspora chilena. Aclaro que al hablar de Generación Poética, y que nuestro colega aún desterrado en París, Waldo Rojas llamó “Promoción emergente”, me refiero a un período de publicaciones, que corresponde al exilio interior y exterior, y no a la edad de los poetas.
Deuda con Miguel, pues se me quedó bajo la mesa en París, en donde, en plena diáspora chilena, publiqué a los que les dije y otros, en Europa, con una imprentita con la que a veces sueño (una Gesterner 210), pues entonces Vicuña no me soltó ningún manuscrito, que recién me lo tiró por la cabeza ahora.
Con Miguel en ese período del exilio, coincidimos en Madrid, en donde compartimos un Departamento en la Calle Acuerdo 36, en pleno barrio Malasaña, con el escritor Radomiro Spotorno. Yo venía arrancando de una ruptura con una diosa, y mis cumpas me acogieron en una comunidad desatada. En ese barrio madrileño es donde se originó la tan mentada “MOVIDA” post franquista. Esos tiempos fueron iniciáticos, por el destape de una contracultura extraordinaria, que en Chile post pinochetista se dio de a poquitito y apenas. La MOVIDA, ese destape extraordinario, que nos marcaría.
Fuimos antipoéticos y contraculturales, ambas tendencias ya recuperadas, que ahora son un chiste, con sus líderes payasos gagá. Coincidimos en París, también en pleno destape teórico post sesentayochiano, ambos casados con dos hermanas. Hicimos una revista de un número, FOSA COMÚN. Sufrimos, fiestamos y recitamos juntos. Miguel retornó antes a Chile y presentó la labor de “Ediciones GrilloM” en la librería Altamira. La paradoja, es que ya retornados, casi ni nos vimos, pues el neo liberalismo, apenas reparado por la Concertación, esa realidad real, nos tuvo, nos tiene, en una supervivencia absurda y precaria, a pesar de la cual, al menos yo, no me atrevo ha juzgar a los que se vendieron al sistema que detestamos y que tiende a ser peor.
Se supone, que cuando se presenta un libro, el presentador se refiere al autor y su obra. Y yo estoy hablando de contextos y anécdotas. Considero, que referirme a “dicha non desdicha”, desde mi lectura, es ponerle precio a las flores, primero, porque soy poeta, y si hay algo que detesto, es explicar un poemario, cosa interesante académicamente, pues en este ámbito se pretende reflejar diferentes lecturas. Sin embargo siempre o casi siempre, desde un punto de vista de la teoría literaria de moda.
Al poeta se le huele en su respiro, y les aseguro que Miguel Vicuña lo tiene. Solo les digo, que en este poemario, el poeta tiene contenidos arquetípicos de la poesía, como cantarle a sus padres (1). Además le canta a su “Ñusta”, musa perdida, y entremedio, tira joyitas sonoras y pseudos absurdas, que dan cuenta de una poética que busca la razón de ser del poema y del poeta. Y también, como no, se tira unos versos circunstanciales notables. El común denominador de “Dicha non desdicha”, es decir de una felicidad que no se reniega, es el de un oficio poético fuera de lo común.
Sabemos, es vox populi, en Chile, levantas un poeta y hay una piedra. Miguel no es pétreo, es puro fluido, musical y paradójico, pero muy controlado en la forma, como un buen poeta profesor que sabe de lenguas y filosofía.
Para terminar, agradezco a los dioses el inútil oficio de poeta, el solo invendible en la industria cultural, y agradezco a Uds. oidores y lectores avisados, de nuestro Chile, donde aún la poesía es más sentida que un terremoto.
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(1) Los padres de Miguel, también "poetas trememundos", Eliana Navarro y José Miguel Vicuña, el “Pepe”. Nos encontramos con una dinastía poética, que incluye a los hermanos de Miguel.
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de Dicha non desdicha.
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después de tanto pensarlo
Después de tanto pensarlo
He logrado descubrir
Que vale nada impedir
El destino que se cumpla.
Muy difícil que se hunda
La entrega del corazón
Ruptura del esternón
En las olas del océano
Si el zorzal emprende el vuelo
Para cantar con el sol.
Siempre es posible aspirar
Siempre es posible aspirar
A dibujarle la página
Con poesía y sin armas
A esta rutina y su mal.
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Miguel Vicuña Navarro. Santiago de Chile, 1948. Profesor de filosofía y literatura en la Universidad de Chile y Universidad de Arte y Ciencias Sociales (ARCIS). Ha publicado ensayos y artículos de filosofía en diarios y revistas de Chile y España. Fue director-editor de la revista de crítica cultural Número Quebrado (Santiago, 1988-1990). Algunos de sus poemas han sido traducidos al francés y están recogidos en antologías chilenas, hispanoamericanas y españolas. Referencias a su poética pueden encontrarse en ensayos de Clara Janés, Luis Bocaz, Enrique Lihn, Soledad Bianchi, Manuel Espinoza, Waldo Rojas y otros. Su obra poética consta de los libros siguientes: Levadura del Azar (La Gaya Ciencia, Barcelona, 1980), Lengua de Cordero con Piel de Oveja (Sinfronteras, Santiago, 1986), Parábola Reversa (Semejanza, Santiago, 2004), a los que viene a sumarse el presente volumen.
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