Navajas y Diosas, por Cecilia Palma
Lilian Elphick, es antes que todo, una creadora. A ella, las palabras le nacen y se descuelgan de las yemas con la misma facilidad que aflora su risa generosa. Lilian se arropa cada día en su escritorio desde muy temprano; es un cuarto anexo a su habitación, separado por un patio pequeño donde cultiva flores y cactus; en él, los libros se acumulan en las paredes y sobre los muebles. Fuma todo el día y toma café. En ese lugar construye historias, da vida a sus personajes, se enamora una y otra vez de éstos, los moldea y al hilo por el que los hace caminar.
Ha sido libretista de televisión y participado en diversos foros y congresos de escritores en Chile y en el extranjero; así mismo, como directora de la corporación cultural Letras de Chile, ha desarrollado sus dotes de gestora, organizando encuentros de escritores y manteniendo la página web. Lilian dirige hace años un taller literario y sus alumnos, estoy cierta, saben que están frente a una de las más importantes exponentes, sino la más, del microcuento en Chile.
Nuestra autora ha sido distinguida dentro como fuera de nuestro país, un sin número de veces a partir del año 83 y sus textos han sido recogidos en antologías chilenas y extranjeras, así mismo en gran cantidad de revistas y en la red.
Sus microcuentos o microrrelatos son construidos a partir de la palabra. Elphick resignifica y reubica el sentido de ella e impele al lector a participar de sus textos y en ocasiones incluso, a terminar aquellos que inteligentemente, apenas esboza.
Para entender el microcuento no se necesitan referentes externos salvo aquellos de orden cultural que permiten otorgar sentido a algunas expresiones. Ya sabemos que este tipo de narración es por sobre todo breve y de una gran intensidad; en cierta manera, puede decirse que es un verdadero extracto, pero no en el sentido del resumen, sino en el de la "esencia". Los títulos en el microcuento son más que pertinentes, porque en lo general, ubican al lector en la esquina que debe estar y lo prepara para lo que se viene; en algunos casos son imprescindibles para completar el sentido del texto.
Lilian hace años que incursiona en el microcuento. Su Ojo Travieso, mosquito editores 2002; por ejemplo, explora en la extracción de esta esencia de la que estamos hablando y potencia la imagen como elemento que construye la historia y; en varios cuentos, es el lector quien dibuja el punto final. Cuando ello sucede, éste se queda ansioso, a la espera de que se le revele algo más, otra pista que ayude a concluir la narración. Este éxtasis de ansiedad se apoya en la forma en la que la autora desarrolla el texto, el lenguaje que usa y la manera en que oculta la otra historia. Hay en esta reflexión, necesariamente, que recordar la teoría del iceberg de Hemingway, que postula que lo más importante no se dice y que siempre hay dos historias, a lo menos, en cada cuento. Cuando ello se logra, entonces estamos frente a un gran relato y creo que Lilian consigue no sólo tensar el hilo de la narración, por muy corta que sea, sino que además cuando la suelta, ésta se nos devela en más de una forma. Permítanme traer a esta celebración un par de microrrelatos que se encuentran en El ojo travieso:
Cito: Verano del 80 (título que ya nos remite a un espacio temporal).
Tengo un gato en mis rodillas durmiendo; siento que llegas, abres la puerta y también hago que duermo.
O en Auschwitz (otra vez espacio-tiempo-recuerdo-nazi-horror-guerra) cito:
Donde los fantasmas aún tienen un número tatuado en la memoria.
Su notable minimalismo reafirma que a veces la poesía coquetea con el microcuento, atisba, guiña y deja su hálito entrelíneas para apoyar y potenciar la historia que teje la autora.
Seguramente se estarán preguntando, ¿Qué se trae ahora Lilian Elphick entre palabras? Se trae una especial recreación de personajes femeninos, sacados de la historia y/o mitología griega (en algunos casos des-sexualiza) y continúa con la aguda forma de entrelazar textos e imágenes con un bello lirismo que da consistencia al relato. Pero no pensemos que cuenta de nuevo lo que ya conocemos de estos personajes; es por el contrario, otra historia la que narra en una recreación contemporánea que mantiene la misma esencia del mito y que ahora, en todo caso es otra realidad.
Este nuevo libro está ligado a versos de García Lorca con los que comienza a modo de cita y de donde, por cierto, obtiene el nombre que le da a este grupo de microcuentos. Bellas de sangre contraria tiene en su interior 59 textos que se desglosan en dos capítulos: Intersecciones y Bellas.
Los dos primeros son la navaja, la sangre gitana, otro guiño quizá al poeta español, donde la muerte salva a la vida y le entrega incluso, otra historia para contar. En el segundo capítulo se suceden los otros 57 relatos. Allí encontramos a la mujer, a su esencia, a las múltiples formas que están dentro de cada hembra. Cito:
Sísifa I
El hombre carga a Sísifa hasta la cima de la montaña. Cuando llegan, él se jacta de su fuerza y grita al mundo entero su triunfo, mientras Sísifa se lanza al vacío y vuela, libre ya de la roca y del mito.
Evidentemente estamos acá frente a una reflexión que queda más allá del cuento. Es un abismo el que separa a la intención del hombre y de la mujer. Dos formas de entender la cima, ese deseo de volar y de ser libre, se lanza al sueño que la redime, de aquello que la hiere y la condena.
Así, una a una las mujeres de la mitología y de la literatura cobran vida entre las páginas, con sus historias a cuestas, reconvertidas, rendidas a la nueva existencia que Lilian Elphick les regala. Ahora es una mujer, como ellas, la que recrea sus pasos y saben que la autora comprende de mejor manera sus padecimientos y sus intenciones.
Lilian Elphick, es antes que todo, una creadora. A ella, las palabras le nacen y se descuelgan de las yemas con la misma facilidad que aflora su risa generosa. Lilian se arropa cada día en su escritorio desde muy temprano; es un cuarto anexo a su habitación, separado por un patio pequeño donde cultiva flores y cactus; en él, los libros se acumulan en las paredes y sobre los muebles. Fuma todo el día y toma café. En ese lugar construye historias, da vida a sus personajes, se enamora una y otra vez de éstos, los moldea y al hilo por el que los hace caminar.
Ha sido libretista de televisión y participado en diversos foros y congresos de escritores en Chile y en el extranjero; así mismo, como directora de la corporación cultural Letras de Chile, ha desarrollado sus dotes de gestora, organizando encuentros de escritores y manteniendo la página web. Lilian dirige hace años un taller literario y sus alumnos, estoy cierta, saben que están frente a una de las más importantes exponentes, sino la más, del microcuento en Chile.
Nuestra autora ha sido distinguida dentro como fuera de nuestro país, un sin número de veces a partir del año 83 y sus textos han sido recogidos en antologías chilenas y extranjeras, así mismo en gran cantidad de revistas y en la red.
Sus microcuentos o microrrelatos son construidos a partir de la palabra. Elphick resignifica y reubica el sentido de ella e impele al lector a participar de sus textos y en ocasiones incluso, a terminar aquellos que inteligentemente, apenas esboza.
Para entender el microcuento no se necesitan referentes externos salvo aquellos de orden cultural que permiten otorgar sentido a algunas expresiones. Ya sabemos que este tipo de narración es por sobre todo breve y de una gran intensidad; en cierta manera, puede decirse que es un verdadero extracto, pero no en el sentido del resumen, sino en el de la "esencia". Los títulos en el microcuento son más que pertinentes, porque en lo general, ubican al lector en la esquina que debe estar y lo prepara para lo que se viene; en algunos casos son imprescindibles para completar el sentido del texto.
Lilian hace años que incursiona en el microcuento. Su Ojo Travieso, mosquito editores 2002; por ejemplo, explora en la extracción de esta esencia de la que estamos hablando y potencia la imagen como elemento que construye la historia y; en varios cuentos, es el lector quien dibuja el punto final. Cuando ello sucede, éste se queda ansioso, a la espera de que se le revele algo más, otra pista que ayude a concluir la narración. Este éxtasis de ansiedad se apoya en la forma en la que la autora desarrolla el texto, el lenguaje que usa y la manera en que oculta la otra historia. Hay en esta reflexión, necesariamente, que recordar la teoría del iceberg de Hemingway, que postula que lo más importante no se dice y que siempre hay dos historias, a lo menos, en cada cuento. Cuando ello se logra, entonces estamos frente a un gran relato y creo que Lilian consigue no sólo tensar el hilo de la narración, por muy corta que sea, sino que además cuando la suelta, ésta se nos devela en más de una forma. Permítanme traer a esta celebración un par de microrrelatos que se encuentran en El ojo travieso:
Cito: Verano del 80 (título que ya nos remite a un espacio temporal).
Tengo un gato en mis rodillas durmiendo; siento que llegas, abres la puerta y también hago que duermo.
O en Auschwitz (otra vez espacio-tiempo-recuerdo-nazi-horror-guerra) cito:
Donde los fantasmas aún tienen un número tatuado en la memoria.
Su notable minimalismo reafirma que a veces la poesía coquetea con el microcuento, atisba, guiña y deja su hálito entrelíneas para apoyar y potenciar la historia que teje la autora.
Seguramente se estarán preguntando, ¿Qué se trae ahora Lilian Elphick entre palabras? Se trae una especial recreación de personajes femeninos, sacados de la historia y/o mitología griega (en algunos casos des-sexualiza) y continúa con la aguda forma de entrelazar textos e imágenes con un bello lirismo que da consistencia al relato. Pero no pensemos que cuenta de nuevo lo que ya conocemos de estos personajes; es por el contrario, otra historia la que narra en una recreación contemporánea que mantiene la misma esencia del mito y que ahora, en todo caso es otra realidad.
Este nuevo libro está ligado a versos de García Lorca con los que comienza a modo de cita y de donde, por cierto, obtiene el nombre que le da a este grupo de microcuentos. Bellas de sangre contraria tiene en su interior 59 textos que se desglosan en dos capítulos: Intersecciones y Bellas.
Los dos primeros son la navaja, la sangre gitana, otro guiño quizá al poeta español, donde la muerte salva a la vida y le entrega incluso, otra historia para contar. En el segundo capítulo se suceden los otros 57 relatos. Allí encontramos a la mujer, a su esencia, a las múltiples formas que están dentro de cada hembra. Cito:
Sísifa I
El hombre carga a Sísifa hasta la cima de la montaña. Cuando llegan, él se jacta de su fuerza y grita al mundo entero su triunfo, mientras Sísifa se lanza al vacío y vuela, libre ya de la roca y del mito.
Evidentemente estamos acá frente a una reflexión que queda más allá del cuento. Es un abismo el que separa a la intención del hombre y de la mujer. Dos formas de entender la cima, ese deseo de volar y de ser libre, se lanza al sueño que la redime, de aquello que la hiere y la condena.
Así, una a una las mujeres de la mitología y de la literatura cobran vida entre las páginas, con sus historias a cuestas, reconvertidas, rendidas a la nueva existencia que Lilian Elphick les regala. Ahora es una mujer, como ellas, la que recrea sus pasos y saben que la autora comprende de mejor manera sus padecimientos y sus intenciones.
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Podría seguir citando otros notables relatos de Bellas de sangre contraria. Pero, quiero que ustedes descubran sus encantos, sus intertextos, sus nuevos lazos, narraciones breves que ponen a su autora en el limbo de donde algunas salieron; ellas acá, Lilian allá, jugando como las Diosas, urdiendo otras formas de escribir la misma leyenda, con cierto hálito Lorquiano donde la navaja reina con su exquisito filo.
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* Lilian Elphick. Escritora, Licenciada en Literatura, magíster en Literatura Hispanoamericana y Chilena. Libros: La última canción de Maggie, Alcázar (Cuentos), Editorial Mosquito Comunicaciones, 1990, Santiago de Chile. El otro afuera, (Cuentos), Editorial Cuarto Propio, 2002, Santiago de Chile. Ojo Travieso, Mosquito Comunicaciones, Chile, 2007.
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Hermosa la lilian, le conté a ella que una vez en forma negligente sobre mi cama tomé un libro y comencé a leer un relato que me atrapó y cuando terminé leí La inquilina, Lilian elphick. Bella prosa. ana rosa.
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