lunes, 22 de febrero de 2010

Eduardo Embry: Su nuevo libro y reflexiones

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por Ximena Troncoso.
* En primer plano, Eduardo Embry, junto al Presidente de Monte Ávila Editores Latinoamericana, escritor Carlos Noguera y el poeta y crítico de arte Juan Calzadilla, en el momento del lanzamiento de su libro "Manuscritos que con el agua se borran", Colección Altazor (2009)


Nuestro compatriota, residente hace ya varios años en Londres y que gracias al Encuentro Internacional de Escritores “Chile Tiene la Palabra” (2007), organizado por la SECh, tuvo ocasión de reencontrarse, después de 30 años, con su país y sus amigos, nos trae buenas nuevas que bien valen para la reflexión y la fortuna.

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Al poco tiempo, de su breve estancia en nuestro país, ha hecho realidad la versión europea del gremio de los escritores. La Sociedad de Escritores de Chile ha traspasado fronteras, más allá del Atlántico, gestando, con el apoyo de Reynaldo Lacámara y Juan Cameron, lo que ya es una realidad, la filial Londres de La SECh, liderada por Eduardo Embry (1938).

Más allá que el Congreso de Chile disponga, que no resuelve a favor el voto para los compatriotas que residen en el exterior, el sentido de pertenencia se refleja en estas iniciativas que de manera espontánea surgen y se expresan en los ámbitos de la Cultura y Literatura. Es esta forma de relacionarnos la que permite que nuestros hermanos poetas no estén solos y que ese sentimiento de apego a las buenas y no tan buenas realidades que nuestro país y por cierto las vivencias que el hábitat literario ofrece, sea el medio vinculante al terruño, al “Edén” de Volodia. Sentimiento que se repite en todos los que tuvieron que partir al exilio o que las circunstancias no propiciaron su retorno.

Así, a través del mundo, se mantiene una activa e interesante red de escritores “chilenos”, que hacen lo suyo y cuya obra es nuestra también. Aparte de los que han alcanzado cierta fama o reconocimiento, como Oscar Hahn, Luis Sepúlveda y menos mal que Efraín Barquero, se suman otros que quizás no han tenido ocasión de recordar por estos días; Jorge Etcheverry, Aspasia Worlitzky, Jorge Cancino, Yolanda Duque, en Canadá; o Iván Treskow, Waldo Rojas y María London en Paris y Londres o Waldo Bastías, Fernando Lamberg en Venezuela, Ariel Pérez en Bolivia; Norton Contreras en Suecia, Ulises Varsovia en Suiza, Lucía Guerra, Pedro Lastra y Patricio Lerzundi en EEUU y tantos otros. Si tuvo la oportunidad, espero se haya abrazado y brindado en reiteradas oportunidades con ellos. La amistad es la única práctica que nos separa de la idiotez que nos acosa.

Pero eso no es todo y entérese de una vez, este poeta originario de Valparaíso, con sabrosas anécdotas a su haber, ha sido recientemente editado por Monte Ávila, casa editorial de la República de Venezuela que viene a otorgar un invaluable acogida a Embry, cuya trayectoria y calidad literaria no ha sido aún apreciada ni promocionada - en hechos - por nuestra institucionalidad cultural.
Y no me venga a decir que la Constitución no lo permite, porque eso es cuento viejo. Por qué no tenemos - pero en serio - una Gran Editorial del Estado. Por qué la tiene México, Venezuela o Cuba. Será que alguien se anima a contestar? Y esto no es un clisé propagandístico, porque no es sólo resolver el tema de la edición a modo de trámite, sino también fomentar la obra, ahora pujante, consolidada, novedosa o vanguardista de nuestros escritores que van dejando su registro histórico en la obra y que no han sido, hasta ahora, puestos en el verdadero pedestal que les corresponde. Quién apuesta por ellos - muy pocos - porque es la autoedición la práctica reinante y un sistema lastimoso, el mecanismo de financiamiento. Y cuando ya sortearon la primera traba, ni hablar de la distribución de sus obras, que es cuando se vuelve interesante y por cierto cobra valor.
Hay que salir al extranjero en magnitud y proveer al escritor como se debe, con cierta gracia, para que nos entendamos. No se puede dejar todo a concursos, sin evaluar la continuidad de su obra. Faltan gestos! Comprender el rumor de la creación. No es momento para farrearse nuestro capital intelectual y artístico, nuestro patrimonio que ostenta dos Premio Nobel, que es nuestra carta de presentación más certera a la hora de promover la integración cultural, por si alguien lo olvidó.

La obra publicada por Monte Ávila, “Manuscritos que con el agua se borran” (primera edición 2009, 144 p.), corresponde a la prestigiosa Colección Altazor y como dice la editorial en el catálogo, representa un esfuerzo por agrupar la producción poética de este reconocido poeta chileno, Embry, vinculado a Pablo de Rokha y a Nicanor Parra. “Figuras estelares de un renovado sistema poético que a través del humor, el desparpajo y una visión lúdica del lenguaje demuestran una conciencia crítica de la cultura, de la sociedad y de la vida en general. Eduardo Embry es Magister en Filosofía y Letras. Su trayectoria literaria es avalada por los volúmenes publicados Poder invisible (1975), La vaca del señor Don Gato (1980), Cartas edificantes (1980), Para santos y herejes (1990) y Doble clic (1999).

Recientemente invitado por la Editorial Monte Ávila y la Casa Nacional de Las Letras Andrés Bello, al 6° Festival Mundial de Poesía, que tuvo lugar, en forma simultánea, en todo el territorio venezolano, en junio pasado, donde participaron más de 200 poetas venezolanos y más de 30 extranjeros, provenientes de los cinco continentes. El evento inaugurado en el Teatro Teresa Carreño de la capital, tuvo actividades también en el interior, participando nuestro poeta en Isla Margarita, en el Municipio de Juan Griego. Fue el poeta y pintor Juan Calzadilla el encargado de presentar su nuevo libro. Bien por Embry, bien por todos!
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