Los atardeceres de Chile de junio son definitivamente fríos, pero iluminados por su sol estival. Amalia lleva chaleco de lana, se sienta con un tazón de “Noescafé” y parece observar de otra manera la Cordillera de los Andes.
¿Es una de tus rutinas mirar directo hacia la cadena montañosa? Pregunté a la hermana que desde hace algunos días permite que me acomode en el patio a conversar de nuestra infancia en Valparaíso, del cinismo del uniforme escolar, de miedos a los temblores, de nuestros amores, de conciencia ecológica, de nuestras utopías, de sus comprensiones para con la política de la oposición a Piñera, de estos Chile, del día en que nos separó por tantos años el avión del exilio y de lo agradecidos que estamos por nuestra porfía en reparar los daños de esa distancia obligada.
Amalia bebe pequeños sorbos y advierto cómo fija la mirada en la cima de una de las más altas montañas que podemos ver desde la casa de Ñuñoa. La observo mientras cuento que hoy me enteré que el portal www.vivapoesia.cl desapreció. Explico que ese portal cultural parecía ser todo un desafío con espacio interactivo para poetas y amantes de la literatura chilena. Comento a Amalia que en ese poético M.A. afirmaba “que la poesía chilena goza de buena salud, que es cosa de leer a escritores fundacionales que traspasan nuestras fronteras”, como Héctor Hernández, José María Memet, Paula Ilabaca, Pablo paredes, David Bustos, Gladys González, Gabriel Silva, Soledad Fariña, Teresa Calderón, Alejandro Zambra, que enumera para llegar a ese diagnóstico poético. Mi hermana baja la vista y dice:
- ¿Ves ese OVNI en la cima de la montaña? Mira hacia arriba, más o menos derecho desde la pista Tobalaba y lo verás. Hace cinco días observo a esta hora el nuevo acontecimiento.
La invitación a indagar en la cima de las montañas, fue un flechazo antipoético a la lista de vates que no olvido, Aristóteles España, Alejandro Lavquén, Mario Meléndez, Christian Aedo, Cecilia Palma, Gregorio de las Heras, Daniela Paz Johannes, Alejandra Fritz, Tomás Harris, Sergio Mansilla, Marcelo Valdés, Eduardo Llanos, Verónica Zondek, Bruno Vidal, Carlos Cociña, Andrés Morales, Juan Cameron, y tantos que existen en la “fantasmal Región del Exterior”, que no aparecían en la propuesta del portal y no alcancé a nombrar las antenas versátiles de Jorge Montealegre porque aterricé con una inconclusa;
- Deben ser las luces de la torre de control del aeródromo.
Amalia tomó los viejos prismáticos Asahi Pentax que había simulado bajo la mesa del patio y me guió verbalmente a su recreación del actual paisaje andino chileno.
- Primero mira ese OVNI posado en la cima entre las rocas claras que enlazan esas dos montañas. A esta hora comienza a parpadear una luz blanca en la nave mayor porque son tres. Hay dos pequeñas a sus costados. No me vas a salir con tu politiquería anti Piñera y Concertación o que son antenas de algunas de las comunicadoras telefónicas que habría instalado desde La Moneda al magnate mexicano Carlos Slim, propietario de Telmex. Ese tipo que exigía el año 2004 menos control del estado para sus inversiones en Chile, y que uno o dos sábados El Mercurio le dedicó la UNO y tres páginas en su “Revista de aplausos para inversionistas”. Mira antes de negar, porque los chilenos no hemos vendido ni arrendado la cordillera y porque la corrupción no ha llegado tan alto.
Con la inquietud del animal en la línea de partida, colgué los prismáticos al cuello como lo hacía nuestro padre en el Club Hípico. Lentamente asegurado por mis dos manos, comencé a buscar con los binoculares la montaña de la Cordillera de los Andes, en la que hoy existen tres construcciones receptoras-expandidoras de ondas, y comentaba a su vez a Amalia que estaba enterado que un grupo del gobierno y la oposición, eran amigos del mexicano de celulares CLARO, que hoy identificamos como el segundo hombre más rico del mundo. Pero que no sabía si esas construcciones eran propiedad del emprendedor, de la Telefónica Chile que es española o de las otras extranjeras.
¿Y los platillos voladores? Ironizó Amalia, indicando a mi inspirada computadora, informada que las ondas de las antenas de la telefonía inalámbrica son radiaciones electromagnéticas y que producen dañinos efectos secundarios a los seres vivos.
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Amalia tomó los viejos prismáticos Asahi Pentax que había simulado bajo la mesa del patio y me guió verbalmente a su recreación del actual paisaje andino chileno.
- Primero mira ese OVNI posado en la cima entre las rocas claras que enlazan esas dos montañas. A esta hora comienza a parpadear una luz blanca en la nave mayor porque son tres. Hay dos pequeñas a sus costados. No me vas a salir con tu politiquería anti Piñera y Concertación o que son antenas de algunas de las comunicadoras telefónicas que habría instalado desde La Moneda al magnate mexicano Carlos Slim, propietario de Telmex. Ese tipo que exigía el año 2004 menos control del estado para sus inversiones en Chile, y que uno o dos sábados El Mercurio le dedicó la UNO y tres páginas en su “Revista de aplausos para inversionistas”. Mira antes de negar, porque los chilenos no hemos vendido ni arrendado la cordillera y porque la corrupción no ha llegado tan alto.
Con la inquietud del animal en la línea de partida, colgué los prismáticos al cuello como lo hacía nuestro padre en el Club Hípico. Lentamente asegurado por mis dos manos, comencé a buscar con los binoculares la montaña de la Cordillera de los Andes, en la que hoy existen tres construcciones receptoras-expandidoras de ondas, y comentaba a su vez a Amalia que estaba enterado que un grupo del gobierno y la oposición, eran amigos del mexicano de celulares CLARO, que hoy identificamos como el segundo hombre más rico del mundo. Pero que no sabía si esas construcciones eran propiedad del emprendedor, de la Telefónica Chile que es española o de las otras extranjeras.
¿Y los platillos voladores? Ironizó Amalia, indicando a mi inspirada computadora, informada que las ondas de las antenas de la telefonía inalámbrica son radiaciones electromagnéticas y que producen dañinos efectos secundarios a los seres vivos.
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