* Versos que la poeta leyó en el Recital Poético organizado por la Sociedad de Escritores de Chile y Feria Internacional de Santiago 2009, “Cuatro Flores y un Florero”, junto a las poetas, Lila Díaz Calderón, Alfredo Lavergne, Ximena Troncoso y Jazmín Fauaz.
(Fragmento)
Todo ritmo
es máscara, luz, contraluz,
sedimento, capa, metamorfosis.
No conoces a nadie
pero la diversión está que arde,
enciendes un cigarro,
te preguntan por qué hay tanta oscuridad,
es una pesadilla terrenal, dicen
qué quieres
la felicidad cuesta caro
y hay que seguir soñando.
Cuánto falta.
No conozco a nadie, dónde fueron.
Luego leerás los avisos
+ Nadie escapa al obituario
+ Nadie escapa al obituario
+ Nadie escapa al obituario
+ Nadie escapa al obituario
+ Nadie escapa al obituario
¿Es usted realmente?
Sólo se oyen onomatopeyas ahora.
No comprendo
las señales.
Hay música grabada,
libros escritos,
escenas de cacería
pintadas sobre un sueño milenario.
Se oyen los aplausos, los gritos de sorpresa,
la carrera desbocada
de los bisontes,
las risas las risas las risas
las risas
de los que creíamos asistir a un programa en vivo.
Como los ahorcados de Brueghel
abrimos los ojos
sacamos la lengua
sin saber hasta dónde
extender la utilería.
Si creer en la muerte como un acto irrepetible
Si creer en la muerte como un acto irrepetible
Si creer en la muerte como un acto irrepetible
Si creer en la muerte como un acto irrepetible
Si creer en la muerte como un acto irrepetible
Si creer en la muerte como un acto irrepetible
¿Tendré otra oportunidad
o el tiempo gira siempre
de la misma manera
y volvemos a aparecer sonriendo
desde el centro de la torta?
Todo es fiesta gritan, a su salud
La tierra es una ilusión que despierta el deseo
de ocuparla.
No se debería pensar en ella como en una plaza.
Solo afirmarse
con esta apariencia real,
respirando el aire. Los aires y sus sonidos,
como toda la naturaleza
afectándose por crecer
aunque atrapen las enredaderas
y las espinas oculten
y sangren las flores en las habitaciones de los muertos.
El monólogo puede ser la gran salvación
ante la catástrofe
de una noche pintada en la roca
como un sueño cruzado por las flechas
de una cacería implacable.
La del libro escrito,
la del destino trazado como un mapa
para encontrar el tesoro que siempre cambia de lugar.
O está enterrado en otro tiempo.
Estamos separados
por un pliegue
Un puente.
Un hilo.
Un latido innegable de armonía vital
y oscuridad.
Un ritual de susurros de fantasmas
que dejaron de respirar
o se perdieron.
Al final lo que importa es el acto de escribir el mensaje.
De pensar el mensaje, de sospechar
el bisonte como un rito
de la misa futura en la caverna de la noche
bajo una cúpula palpitante
donde bebemos sangre de estrellas
y derramamos amor
para alumbrar la idea del regreso
a ocupar el papel en esa larga secuencia
de guerreros menesterosos, donde cada cual,
inmortalizado en el friso actúa su tragedia,
para los espectadores que aun
no se animan a abandonar la sala.
El barco épico
Sentada en una roca luego del almuerzo, y de prestarme para modelar en la pintura de algún prerrafaelista virtuoso, yo creía adivinar el futuro en las algas mientras miraba desvanecerse las espumas. Presentía en el horizonte la llegada de un barco fantasma, un barco épico que al divisar mi silueta de sirena vendría a rescatarme. En ese tiempo aún no sabía de qué. Yo era una sirena sin vocación de sirena. Lo que sí sabía, a pesar de la falta de lucidez que produce la incomunicación, era que el tiempo estaba desfasado. Me lo confirmaban los ecos que caían por las tardes, anuncios acerca de otras épocas que yo dejaba rodar entre el viento y los remolinos de la noche, hasta que al fin encontraran su fuente. Era maravilloso, podía pasar horas enteras hilando esos espejismos que atrapaba sin dificultad a la luz de la luna. Eran cristales pequeños con escenas tan conmovedoras que daban ganas de entrar para mirarlas de cerca... en fin. Yo nadaba bien. Nunca supe por qué comencé a caminar ni por qué bailé tanto aquella tarde o hablé de más. El asunto es que soy proclive a las redes y a los anzuelos. Y a regalar mis escamas y a meter los dedos en trampas para ratones. Pero me sentía tan feliz de vivir en sociedad y probarme que había un lugar para mí, que no decía nada. Esta inhumana sensibilidad me dejaba expuesta a todo tipo de atropellos, y creo que fue por eso, nada más que por eso, que caí en esto de la poesía.
Lila Calderón. Nace en La Serena, 1956. Comunicadora Audiovisual y Escritora, Magíster en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile. Ha publicado los libros de poemas Balance de blanco en el ángel triste de Durero, 1993; In Memoriam, 1995; Por suerte había otra vida y Piel de maniquí 1999. Durante el año 2002 publicó los libros: Animalia (cuentos), La gran fuga (cuento) y La ciudad de los temblores (novela infantil), Ediciones Books and Bits, Santiago, Chile. En 1994 obtuvo el Primer Premio de Video-poesía de la Feria Internacional del Libro de Santiago de Chile y el Premio de Adaptación de Guiones de Cortometraje Luchino Visconti del Ministerio de Educación. En 1998, obtuvo el Primer Premio en el Encuentro de Cine y Video del Caribe con La muerte de un poeta, homenaje al poeta cubano Ángel Escobar (Video-experimental). Su obra poética se encuentra compilada en diversas antologías, tanto de Chile como del extranjero. En el año 2005 expuso en la Biblioteca Nacional: “Liquidación por cambio de temporada”, un conjunto de ensamblajes creados a partir de materiales heterogéneos y objetos encontrados.
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Gracias por ese estimulante Encuentro. Fue un agrado participar con ustedes.
ResponderEliminarSaludos.
Lila.