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ENCUENTRO
Con un cuchillito de
luna lunera,
cortaría los hierros
de tu calabozo
No
te contesto, no te miro. Puedo sentir la neutralidad que quiero darle a mi
cara, la agilidad de mi cuerpo, de mis piernas de trancos largos. Dejo que el
pelo me cubra la cara por el lado donde tú estás. ¿Qué haces aquí junto a mí?
No respondes ni puedes porque no te he hecho la pregunta ni te la voy a hacer.
Tampoco
contestaste las cartas que te escribí y que jamás eché al buzón. Me adelanto un
poco para dejarte atrás y tu voz o tu silencio me persiguen. Estoy decidida a
no abrir la boca. Es fácil. No hay nada que hablar. Cuántas veces se me enredó
la lana en las manos tejiendo la espera que yo misma quería inútil. Tratas de tomarme
la mano y te ríes de mi gesto brusco que te esquiva el tacto.
Adivino
por qué te ríes y apuro más el paso. Estoy en mi territorio. Sé perfectamente
adónde me llevan las calles de la ciudad. Es el mapa mío el que tiene las
calles enrevesadas, mi casa, la escuela y la iglesia, el burdel, la panadería.
Empiezo a cansarme de verdad. Desmoronarme en un asiento, un café, el calor del
sol en la nuca o en la cara. Me acosté tarde preparando los detalles de mi
conferencia. Buena acogida. Nunca un éxito con mayúsculas.
“Siempre
aparece la misma niña autista en sus ejemplos”. Aplausos, “insights”,
“revelations”, bullshit. Con el rabillo del ojo veo tus pantalones, una pierna
primero la otra después, así camina la gente que no quiere andar a saltitos por
la vida como ando yo. No te quiero a mi lado, nunca en paralelo que me aterras,
me hundes, me quemas, me aburres, me llevas por los aires, subo contigo hasta
la luna desde donde uno de los dos va a caer. ¿Quién empuja a quién? Los dos
juntos entonces, bolsas en el pavimento, quién va a recoger los trozos y
armarlos de nuevo. Pero no, nunca son los dos, siempre es uno.
Humpty Dumpty
sat on a wall, Humpty Dumpty had a great fall. All the King's horses, and all
the King's men... Y cae con los ojos bien abiertos mirándote, culpándote
eternamente desde esa bolsa informe que es tu cuerpo o el mío clavándote la
mirada acusadora desde el suelo. Un banco donde sentarme, un boliche donde
tomar un café. No, mejor tu hotel si supiera dónde está. Quizás el camino que
estoy siguiendo me lleve derechito hasta allí. “Para un ratito, descansa.
Déjame acarrear ese bolso que debe pesar 800 kilos”. No toques mis libros ni
mis papeles que me dejas desnuda. Cuarto piso, tiro las cosas en el pasillo y
todavía no te miro a la cara. No puedo con tus ojos, con tu risa, con el garbo
desgarbado de tus brazos, de tus piernas que ahora me aprietan, no te veo la
cara porque estás demasiado cerca, siento tu aliento en mi boca, tu saliva. Te
gusta montarme. Too bad, soy yo la que monto, la que miro desde arriba.
Murciélago resbaloso entrando en mi cuerpo. No cierres los ojos, mírame
contornearme con la cabeza en alto. Las lágrimas tuyas que corren en hilillos
por tu cuello quizás se junten con las mías. Encuentro-despedida que funde
todos los jugos en un concierto in crescendo. El lamento del gitano cantando
pena penita pena se eleva por los aires en un gemido imposible.
La
cuerda se rompe y me desplomo gimiendo encima de tus latidos.
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