sábado, 17 de diciembre de 2011

“Tres Parábolas y dos más” de Pedro Guillermo Jara

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* Realizó estudios de Literatura en la Universidad Austral de Chile. Ha publicado Historias de Alicia la uruguaya que llegó un día, Valdivia, 1979; Para Murales, El Kultrún, Valdivia, 1988; Plaza de la República, El Kultrún, Valdivia, 1990; Disparos sobre Valdivia, El Kultrún, Valdivia, 1997; De cómo vivimos con Jesse James en Chile Chico, Valdivia, 2002; Relatos in Blues & Otros Cuentos, Puerto Montt, 2002; El Rollo de Chile Chico, Conarte, Valdivia, 2004, Cuentos Tamaño Postal, El Kultrún, Conarte, Valdivia, 2005; De Trámite Breve, Edición Caballo de Proa, Valdivia, 2006; El Korto Cirkuito, Afiche-literario, Valdivia, 2008; Tres disparos sobre Valdivia, de Peter William O’Hara, Colección Ïnsula Barataria, El Kultrún / Consejo Regional de la Cultura y las Artes Región de los Ríos, Valdivia, 2009; La bala que acaricia el corazón (Nanonovela), El Kultrún, Conarte, Colección Insula Barataria ,Valdivia, 2010.




Parábola del creyente y del ateo
Aconteció que un creyente regresaba a su casa agobiado por el mucho trabajo y el poco pan, y exclamó levantando sus brazos al cielo:
—¡Oh, Dios mío, échame una ayudita, por favor, te lo pido!
Y Dios, compasivo, le dejó caer una yunta de bueyes sobre su humanidad, el hombre murió, su alma se fue al cielo y fue feliz.
Otro hombre, ateo de tomo y lomo, regresaba a su hogar agobiado por la explotación, la injusticia y el poco pan.
De pronto se detuvo y exclamó:
—¡Ya, puh, compañero Dios, si existes, échame una manito!
Y Dios, compasivo, le dejó caer un yunque sobre la cabeza.
El hombre se fue al cielo pero no se dio cuenta y continuó caminando como si nada, derechito hacia su casa.

Parábola de los ateos y los creyentes
Perjurio es un pueblo ubicado en el sur profundo. La mayoría de sus habitantes son ateos, pero una minoría es creyente. El fin de semana los creyentes se diseminan por el pueblo de Perjurio propagando la voz de Dios distribuyendo revistas, vestidos con sus ternitos grises, muy bien peinados y la biblia entre sus manos. Tocan puertas pero los ateos, de mal talante, le dan con la puerta en las narices, los increpan y le echan los perros.
Cierto atardecer de abril los perjurienses descubrieron con asombro una frase de nubes escrita en el cielo: “¡Ateos!... ¿Por qué no creen en mi modelo?”
Los ateos, arrepentidos, corrieron tras los pastores para salvarse pero éstos, de mal talante le daban con las puertas en las narices, los increpaban y le echaban los perros.

Parábola del objeto artístico que cambiará al mundo*.
En verdad en verdad te digo, Pedro:
Vendrá un día en que un artista creará una bella escultura, pequeña y grácil, de bajo costo y que podrá ser adquirida por cualquier hijo de vecino.
Cuando el vecino coloque esta escultura en la mesa del living descubrirá que la pintura del lugar no se adecua a esta belleza y decidirá pintar la pieza.
Pero una vez que pinte la casa por dentro se dará cuenta que la pintura exterior también necesita una mano de pintura.
Su vecino, para no ser menos, también pintará su casa. Y todos los vecinos del barrio harán lo mismo.
Y de este modo todas las poblaciones procederán a pintar sus viviendas.
Y cada una de las regiones de este Reino relucirá de todos colores.
Y muy pronto los países vecinos pintarán a sus países.
Y los continentes, para no ser menos, procederán a pintar a sus respectivos continentes.
De este modo, a partir de una pequeña escultura, bella y grácil, ideada por un artista, se podrá provocar el cambio.
* Narrada por el artista Ramón Vergara Grez a Pedro Guillermo Jara, en un Concurso de Pintura Valdivia y su Río.

La nave de los locos
Por el Rin desciende la nave de los locos. ¡Qué de risas, alucinaciones, bipolaridades, esquizofrenias! Hablando en romance, cantando en gótico, murmurando en provenzal, rezando en latín, maldiciendo en sardo y en corso al alcalde de Basilea que los embarcó en esta nave para deshacerse de ellos.
Al llegar al delta del río, en el mar del norte, la nave traspasa un portal del tiempo y se materializa en la bahía de Corral, al sur de Chile. La nave remonta el río Valdivia. Los viajeros descienden y los vemos sentados con la mano estirada en los portales de las iglesias; transitando por la feria fluvial; por la Plaza de la República; por la periferia de la ciudad, cargando su soledad y sus pobres pertenencias, acompañado por perros, murmurando en lenguas que nadie conoce y que nadie escucha y que anuncian un nueva edad media que ya se ha instalado entre nosotros, sin darnos cuenta.

La bala errante
La bala siempre estará ahí, pasando. Primero algo leve, un crujido de ramas quebradas y luego el zumbido.
Si has convocado a la bala, ésta vendrá rauda y perforará sin compasión, fríamente tu cerebro, si así lo deseas.
Luego, rauda, como mariposa o abeja, la bala continuará su vuelo eterno a la espera de la llamada patética del próximo suicida.


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1 comentario:

  1. "Que belleza y verdad encierran estas parábolas, gracias por compartir, un placer
    saludos

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