viernes, 16 de diciembre de 2011

“Más Allá de ser Mapuche” de María Ines Huenuñir Antihuala” Poyen, Illkun, Kimún

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por Javier Milanca





María Inés Huenuñir, (Panguipulli 1968) es una poeta forjada al temple de la ausencia y la nostalgia. Eso endurece pero también suaviza. Aquí expondremos su segundo libro: “Más Allá de ser Mapuche”.


“Los Mapuche de ciudad no tenemos Lelfun (terrreno) para trabajar” me lo dice con nostalgia María Inés Huenuñir subida con propiedad en el Metro santiaguino. Eso a raíz de andar, yo junto a ella, siguiéndola en los talleres que dicta en Santiago y conversar de que los Mapuche de la “Diáspora” deben buscarse el sustento de manera constante en el pavimento de la Futa Warría (Gran ciudad) de manera esforzada, a veces ingeniosa, siempre resignada y por supuesto criticada por todos lados, pues para muchos, el Mapuche sólo lo es cuando está en el sur sentado tocando el Kultrún. “Debemos cultivar por otros lados” termina la frase después de minutos de silencio, míos y de ella, porque en ese instante nuestros espíritus viajaron al sur. En su libro lo dice al comienzo:

Nienlan Mapu

¿Cum ta walkemple femyawun?
¿Cum ta nienlam mapu?
Inche tañi laku kañi chau
Fenkelafuigun
Inche ta Mapuche cheguen….
No tengo Terreno

¿Por qué ando vagando?
¿Por qué no tengo terreno?
Si mi padre no fue gitano
Y mi abuelo no hacía eso
Yo soy mapuche gente de la tierra…

La poeta del Willi Mapu (Tierra del sur) vive en Pudahuel, en realidad cerca de una esquina indecisa entre Pudahuel, Cerro Navia y Lo Prado. Esas intersecciones difíciles de entender para quienes no vivimos en Santiago. Pienso que se justifica plenamente que Michimalonko haya quemado esa ciudad por rebeldía y ahora lo comprendo mejor y me doy cuenta que lo hizo por poseer un inmenso sentido de la decencia, un Norche total. Al final todo se entiende, nada es extraño, en los rostros de las micros y las ferias se puede ver a los descendientes de Lautaro (David Aniñir dixit) hurgando en un lelfún que no les pertenece pero que aprendieron a hacer suyo.

“Al bajar el último peldaño
Mis ojos se adentran al lago
Y en esos bordes rocosos
Debo continuar andando
Ya en lisos pavimentos
Siento que me he alejado
Y me sigo desprendiendo de mi lugar amado”.
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(Poema Andando)

Desde ahí, con esas convicciones, entre esos viajes del püllü (espíritu) y la memoria, con esos esteros sonando en su corazón,  y esas  pampas siempre verdes, walves y ñadis clavados en su pupila, en una ciudad atiborrada de bocinazos, de humo asesino, nace la poesía de María Huenuñir. Están estos versos llenos del pudor Mapuche, ese que no permite palabrotas, ni malas intenciones, ni dobles lecturas, ni siquiera ironía. Verso franco y abierto, repleto de una inocencia rasgada que reclama, sin odio alguno, una tierra que se recuerda, se bendice, saluda todas las mañanas y se despide en cada día. Por eso la tristeza también recorre el lienzo de su obra, y no puede ser de otra manera, El Mapuche que nace en su Wall Mapu (territorio mapuche) y vive en Santiago es un arrendatario siempre a punto de ser desalojado otra vez. Existe entonces una precaria pertenencia que se soluciona con poesía. Se produce una amalgama intensa, tristeza mezclada con rabia:

“Llevo mis adornos de plata
¡no porque sí,  nomás!
Esas joyas de mi cabeza
No he de entregarlas ¡jamás!”
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(Poema Soy Nativa)

María Inés describe así su Tuwún (lugar de origen) como un hábitat incógnito o perdido en el pasado pero confundido con el presente a través de las visiones de un acontecer profundamente axiológico, motor y ruta de esta poesía intrincada pero simple. Ella sabe que allá, en ese sur despedido, despejado por la lluvia, pero no extraviado, las Papay (Abuelas) conversan mientras hilan o tejen su Witral, hacen Muday con una feminidad que da tierras, canciones e hijos. 
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“Canto la pena de mi Papay
Abrazada a su kulxun
Bebiendo el sagrado Muday
Preparando el NGuillatún”
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(Poema Eterno Recuerdo)

Con esa alquimia potente que produce la propia búsqueda interior y que se plasma en su poesía, María Inés Huenuñir sorprende con sus poemas sencillos, visuales e intensos donde nos va mostrando de pasada el panteón superior Mapuche en el que cohabitan dos hombres, uno viejo y otro joven, y dos mujeres, una anciana y otra joven, es decir una Teogonía Tetrapartita esencial descrita en ella misma, personificada en su yo poético. Ella asume esa feminidad dual entre la experiencia y el impulso juvenil, que dialoga de manera dialéctica buscando el conocimiento. Un kimún (conocimiento) fundacional, en donde la iconografía enriquece la poesía y advierte al lector las aguas profundas que está leyendo. En su poema el Kulxun la poeta nos explica:                                                            

“Cuando su dueño fallece
Es mejor destruirlo
Pero no en cualquier parte
éste se bota al río
el horario preciso
es siempre en atardecer
por que se queda dormido..”. 

La naturaleza desbordante, que la habita y rememora, la convierte en un ser sin edad. A ratos es una Malén (Niña) curiosa e  impresionada, rebelde o sumisa, pero también se convierte en una Papay sabia,  severa y cariñosa.

“A todos los wekeche
Y las Pichikemalen
Que son la voz mapuche
 a nada deben temer”.
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(Poema Consejo)

Esa confrontación etárea no cae en el simbolismo preciosista sino que se expresa a través de una visión del entorno al que se pertenece como parte incluyente y es ahí en donde la poesía alcanzo un alto vuelo y las palabras, si somos agudos, suenan en una conversación cotidiana más allá de lo concreto. 

“La última en emprender su vuelo
Se despidió muy confiada
Dando un beso al océano
Al momento de su partida
Conté tres gotas perladas
Que cayeron al mar
No sé si fueron lágrimas
O un premio tras volar”
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(Poema La Marcha de las Aves)
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Refrescante entonces es esta poesía, en que se condensan sentimientos entrañables de una mirada acostumbrada a lo silvestre. Hay un descubrir y descubrirse desde lo más profundo de una vida en vilo, de una vida que muestra sin tapujos tres de los elementos circundantes en este libro y que lo recorren en todas sus letras: Poyen, Illkun, Kimun (La Ternura, la Rabia y el Conocimiento). Y ojo queda de manifiesto que para ser poesía Mapuche no necesita estar escrita en Mapuzungún cuando se escribe algo como esto:

“Yo traigo el azul en mis manos
Benditas con agua de mar
Y en símbolo  las derramo
 por toda la inmensidad…”

La poesía de María Inés Huenuñir ha hablado.
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FEY KA MUTEN…
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3 comentarios:

  1. Para Javier felicitaciones por divulgar con una melancólica interpretación, la poesía de María Inés Huenuñir, vital , doliente, adentrádose en lagos de cemento tan ajenos a su terruño. Tres gotas que no sabe si son lágrimas o un premio por emprender vuelo.Alma errante sin ser gitana, a diferencia del andino aymara que lleva en su sangre el caminar y traspasar fronteras. Una cultura errante que baja de las alturas al valle , del valle al mar, un trajinador de caminos hasta que llega a Santiago y sufre la hostilidad del cemento y su gente que la habita, fría, dura, insensible.¿por qué ambos quieren llegar a Santiago? Me pregunto.¿ Por que yo quiero viajar a Santiago? Me pregunto.

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  2. La esencia ancestral de la poetisa se manifiesta en cada verso, en toda su maravillosa diversidad, mujer/poeta/hija de su tierra. Sin dudas tu trabajo es una muestra esxelsa,un homenaje merecido, un documento necesario, un compromiso consecuente. Muchas gracias Javier por invitarme a esta entrega, con tonos de sabiduria y la urgencia de la dignidad de un pueblo al que defiendo con toda mi alma mapuchista. Un abrazo, Chaltumay!!!!

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  3. Hermosa poseía, profunda, reflejo del sur, al nombrar Panguipulli me trae recuerdos de tantos nombres de lugares hermosos de la zona, Releco, Tralcapulli, Cayumapu, Pullinque, Ragintulelfu, Chichif, Panco, Coihueco,Neltume, Choshuenco, etc nombres que con sus significados ya son todo un poema, esa mirada "Acostumbrada a los silvestre" ¿Cómo sobrevive en Pudahuel? Saludos y gracias por la publicación.

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