El Jardín olvidado. Alfaguara. Kate Morton

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por Omar Cid

Kate Morton, es una escritora australiana éxito de ventas en Europa, para los más puristas, se trata de una escritora de best-sellers y con eso basta.

Sin embargo creo que su estilo depurado, donde las voces femeninas son potentes y el juego del tiempo, con una escritura laberíntica, por momentos circular hacen de esta mujer una voz inquietante, sus historias siempre incluyen saltos desde el presente, hasta un pasado oscuro, poco claro, ahí siempre hay algo escondido un misterio, eso sí, no se busque en ella formas nuevas de relato, ni trabajos donde el riesgo se encuentre en la forma, se trata de una autora que explota un lenguaje barroco, en habla inglesa victoriano, sobrio, adentrándose en detalles, por momentos un poco cursi. Sin embargo es capaz de atrapar al lector con ese barniz preciosista y ese es su mérito.

El jardín olvidado, nos cuenta la historia de una niña desaparecida en el siglo XX, en vísperas de la Primera Guerra Mundial, abandonada en un barco con destino a Australia. Una misteriosa mujer llamada la Autora ha prometido cuidar de ella, pero desaparece sin dejar rastro.

Años después en Australia, Nell O’Connor a sus veintiún años, descubre que es adoptada, cambiando su vida de un golpe. Tiempo después decide embarcarse buscando su verdad, a través de sus antepasados que la llevan a la ventosa costa de Cornualles. A la muerte de Nell, su nieta Casandra recibe una inesperada herencia: una cabaña y su olvidado jardín en las tierras de Cornualles que es conocido por la gente por los secretos que estos esconden. Aquí es donde Casandra, descubre finalmente la verdad sobre la familia y resuelve el misterio, de un siglo atrás, dando luces sobre los orígenes de la niña desaparecida.

Una historia que atrae y envuelve, especial para una tarde relajada de verano, los dejo con el primer párrafo.
“El lugar donde se acurrucó estaba oscuro, pero la pequeña hizo como le ordenaron. La dama le había dicho que aguardara, que aún no estaba a salvo, tenía que estarse tan quieta como los ratones de una alacena. La niña supo que era un juego, como el escondite”.
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