,
Chile / Inglaterra
Para mis amigos en
todo el mundo
Hay poemas que son
como perritos falderos,
de corte
tradicional, muy cabezones,
y a veces también casi sin cabezas,
pero más pálidos
que un cisne en el agua,
hay poemas que
mandan, permiten
o prohíben,
de lenguaje
normal,
llevan
afirmaciones falsas
o negaciones que
no calientan a nadie:
se oponen con cara
dura
a todo aquello que
dice “todo es desigual”,
como una manzana
mirando para el norte,
donde un conejo no
tiene patas ni orejas,
hay poemas que
entran
a los recintos con una silla en el ojo,
se instalan
como silla en el
cerebro humano
¿es usted una silla?
sí, señor, soy una silla;
es como decir, pan
por pan, vino por vino;
como si leyéramos
la vida en la vida;
si esto sucediera
realmente
en la otra vida,
más vale dar un
salto, “detente, canalla”,
o romper en mil
pedazos el cuaderno,
o dar de patadas
en las teclas
del procesador de
palabras,
hasta destriparlo,
pieza por pieza,
para recomenzar su
lectura
de atrás para
adelante
con signos de
escritura china,
un calentador de
agua hecho
con pinceladas
toscas y finas,
un tomate y una
escalera,
hay poemas mal educados
como sillas con
tres patas,
todos hablando a
la vez,
se instalan
cómodamente
en mi cerebro,
encienden el
televisor,
se arranan en el
sillón
con patas de elefantes,
se quedan
dormidos,
pero también hay
poemas que son
como perros
salvajes
que andan por la
calle
mordiendo a todo el mundo.
.
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