por Eduardo Robledo
A cargo de la editorial Cuarto Propio, con fecha octubre de 2004, se editaron las “Conversaciones en privado”. Aunque ya ha transcurrido un quinquenio de su publicación, “Conversaciones en privado” amerita una relectura que no dejará indiferente a un lector que se encontrará con la vigencia y la precognición de temas abordados desde una realidad determinada y su esperado desenlace.
En esta publicación sólo bastaron las ganas de conversar entre tres poetas de distintas generaciones. En un lugar de la sala –biblioteca--, sentado y con un cigarro en la mano, el más maduro, Armando Uribe Arce, poeta, ensayista, abogado, diplomático y premio nacional de literatura año 2004. En la segunda silla, el poeta y profesor de filosofía de la Universidad de Chile y Universidad de Artes y Ciencias Sociales (ARCIS), Miguel Vicuña, y por último, el más joven de ellos, el poeta y ensayista Eduardo Vassallo, quien completa la triada que se dio siete aquelárricas citas en la casa de Armando Uribe. Ahí el olor a café en grano, el buen cigarro y, por supuesto, el abrazo protector de una biblioteca de libros amasados por la memoria y el gusto agudo del anfitrión. En ese espacio afín se disponen los comensales a cultivar la antigua usanza de “el arte de conversar”. Se engarzaron las múltiples temáticas abordadas con una esgrimida mnemotecnia que contribuyó al enriquecimiento de una estructura conversacional expedita.
Para imbuirse mejor en este libro el lector debe sentirse como el cuarto invitado, que asiente o disiente interactivamente del resto. Estas siete “Conversaciones en Privado” se subtitulan en: “La furia del bombardeo Aéreo”, “Caminar del transeúnte Pálido”, “Café del Comercio”, “De la capitanía general”, “Más murmura que grita sus poemas”, ”De boca a oreja”, “Viva Chile”. Por razones de espacio y para no caer en reseñas que limitarían en esencia el contenido del diálogo, solo ahondaremos en la primera de las siete conversaciones: la invasión a Irak.
El tema fue más que suficiente para que Uribe desplegara un análisis exhaustivo e inspirado de la crisis a la que el mundo estaba siendo arrastrado. En tal contexto, menciona la misión vaticana del cardenal francés Roger Etchegaray para dialogar con Saddam Hussein. Días antes de que comenzara la guerra, el prelado declaró que el panorama “podría constituir el inicio de una tercera guerra mundial”. Dicho sea de paso, no dudo de la seriedad del cardenal, más aún si lo ratifica el mismo Uribe. Pero la agorera frase se desentiende de la estadística para la conveniencia de la curia romana que sabe perfectamente que ya estamos en la tercera guerra mundial, en el sentido que el número de muertos en guerras donde participan las indirectas o activas acciones norteamericanas después de la segunda guerra mundial, iguala o supera la carnicería pasada. Después, el malogrado Papa conmina las homilías a los hombres para seguir el derrotero de la paz y con eso dar por saldado el aporte vaticano al inminente peligro que corre la humanidad. En esta conversación no se dejó de lado la secreta petición de Inglaterra al gobierno chileno de entonces para que éste propusiese a espaldas de Estados Unidos la fórmula inglesa “que exigía a Irak cinco rubros de los seis que contenía el ultimátum de Inglaterra, Estados Unidos y España, y un nuevo plazo de tres semanas, es decir de veintiún días” (sic). El ignorantazgo chileno se creyó la proeza diplomática manejada por la canciller Alvear, pero finalmente se supo quién era el titiritero y sus ingentes esfuerzos por ganar un poco de tiempo a objeto de esclarecer algunas posibles dubitaciones al interior de la administración británica. Claro todo esto, antes que las Naciones Unidas pasaran a ser arqueología, dada la complicidad expresada en la falta de voluntad política del ex secretario general Kofi Annan para decir frontal y enérgicamente ¡no a la maquinaria norteamericana! para redundar posteriormente en el retiro de los inspectores de las Naciones Unidas del suelo iraquí.
Por ello, el hipo mímico (calificativo usado por Vassallo) Annan perdió la credibilidad, relegando a su sede a ocupar casillas de tercería en el concierto internacional. Con posterioridad a esta primera conversación transcurrieron meses y la guerra siguió viva con la carne al descubierto de cientos de niños que gritaban en la noche llamando a su madre (también muerta) bajo los escombros de un edificio. Al respecto leamos de Uribe: “en distintas civilizaciones se ha presentado en las cosmogonías y religiones, la posibilidad del fin del mundo, del fin de la humanidad y la naturaleza, pero hasta el año 45, en agosto, no se había presentado en ninguna de las civilizaciones ni agrupaciones humanas desde la prehistoria, la posibilidad de que por obra de algunos hombre, pueda, efectivamente, acabarse la naturaleza y los seres humanos del mundo”.
En el transcurso de siete conversaciones aparecen diversos paréntesis cuadrados, correspondientes al hablante interno de Vassallo, el que, conjetura circunstancias anecdóticas, divaga e ilustra con más datos al lector o cuarto invitado. De esta manera oxigena por momentos la tensión del diálogo. En tal sentido, Vassallo podría haber salpicado con más de estos necesarios insertos. Leemos de Vassallo (¡hay que parar a Uribe! ¡ Detenerlo ! ¡Poner pausa o stop! Uribe está arrojado en este verdadero speech… Miguel y yo cruzamos miradas alarmantes, ¡alarmadísimas! – así las leo – que parecían decir que hay que interrumpirlo a como dé lugar… luego de un rato, mi alarma se disipa, me doy cuenta que está interesante lo que estamos oyendo, que no hay más que esperar que diga lo que quiera decir, que se canse diciéndolo -¡cosa que tal vez no ocurra nunca! Después de todo, ¿no hemos venido a oír al poeta al ensayista, al político, al embajador y al Uribe – rabia? ). Si viene cierto, Uribe fue el conversador más percutido por las acechanzas temáticas de Miguel y Eduardo, quienes tampoco se quedaron atrás en dar continuidad a sus propias apreciaciones. En estas siete conversaciones los poetas panean y desguazan pluri-temáticamente: desde la importancia de la palabra oral sobre la escritura en cuanto a la autenticidad verbal. También se habló de la locura de cómo ésta se representa en los distintos estadios de la vida humana, con especial inclusión de los poetas. De otro lado, se hace interesante la relación de enlaces primordiales con la Alemania nazi en la doctrina exterior americana liderada por Kissinger. Luego, Estados Unidos y su creciente decadencia económica expresada en el factor de la disminución de la inversión extranjera, indicios que antelan el estrépito del imperio del Norte. Así mismo, la notoria refutación de Armando Uribe a los estudios publicados por el historiador Francisco Encina. El poco compromiso de los inmigrantes y sus descendientes, quienes hicieron fortuna en la tierra que les acogió. El desglose exhaustivo de Uribe sobre el desarrollo histórico de la nacionalización del cobre, o las remembranzas de un poeta dulce y creador de la nueva novela y de otra mirada poética en la persona de Juan Luis Martínez, además de la propuesta de un tratamiento crítico para el poeta viñamarino. Estos y otros tópicos componen el cuerpo de 357 páginas, actas conversacionales donde no sólo Armando Uribe hace gala de sus vastos juicios y abultados conocimientos, pues se encontró con dos interlocutores cargados de jaques al descubierto, sorprendiendo regularmente al obseso verbal de un Uribe que impacta y devela la inclinación religiosa que carga sobre sus espaldas… ¿Cómo un hombre más ligado a la dialéctica del pensamiento puede mantener incólume creencias doctrinarias que hoy están en franca retirada? Como sea, el libre albedrío todavía es una regla universal.
Finalmente se puede afirmar que estos diálogos deberían estar presentes en la radio, televisión y en la misma prensa escrita, en tanto recogen la clarividencia intelectual de verdaderos líderes de opinión como los publicados por la editorial Cuarto Propio, impronta de un género casi desconocido en Chile que coronó con estas siete “Conversaciones en privado”, supliendo un vacío de la memoria histórica, literaria, estética, filosófica, religiosa y política de nuestra sociedad.
El tema fue más que suficiente para que Uribe desplegara un análisis exhaustivo e inspirado de la crisis a la que el mundo estaba siendo arrastrado. En tal contexto, menciona la misión vaticana del cardenal francés Roger Etchegaray para dialogar con Saddam Hussein. Días antes de que comenzara la guerra, el prelado declaró que el panorama “podría constituir el inicio de una tercera guerra mundial”. Dicho sea de paso, no dudo de la seriedad del cardenal, más aún si lo ratifica el mismo Uribe. Pero la agorera frase se desentiende de la estadística para la conveniencia de la curia romana que sabe perfectamente que ya estamos en la tercera guerra mundial, en el sentido que el número de muertos en guerras donde participan las indirectas o activas acciones norteamericanas después de la segunda guerra mundial, iguala o supera la carnicería pasada. Después, el malogrado Papa conmina las homilías a los hombres para seguir el derrotero de la paz y con eso dar por saldado el aporte vaticano al inminente peligro que corre la humanidad. En esta conversación no se dejó de lado la secreta petición de Inglaterra al gobierno chileno de entonces para que éste propusiese a espaldas de Estados Unidos la fórmula inglesa “que exigía a Irak cinco rubros de los seis que contenía el ultimátum de Inglaterra, Estados Unidos y España, y un nuevo plazo de tres semanas, es decir de veintiún días” (sic). El ignorantazgo chileno se creyó la proeza diplomática manejada por la canciller Alvear, pero finalmente se supo quién era el titiritero y sus ingentes esfuerzos por ganar un poco de tiempo a objeto de esclarecer algunas posibles dubitaciones al interior de la administración británica. Claro todo esto, antes que las Naciones Unidas pasaran a ser arqueología, dada la complicidad expresada en la falta de voluntad política del ex secretario general Kofi Annan para decir frontal y enérgicamente ¡no a la maquinaria norteamericana! para redundar posteriormente en el retiro de los inspectores de las Naciones Unidas del suelo iraquí.
Por ello, el hipo mímico (calificativo usado por Vassallo) Annan perdió la credibilidad, relegando a su sede a ocupar casillas de tercería en el concierto internacional. Con posterioridad a esta primera conversación transcurrieron meses y la guerra siguió viva con la carne al descubierto de cientos de niños que gritaban en la noche llamando a su madre (también muerta) bajo los escombros de un edificio. Al respecto leamos de Uribe: “en distintas civilizaciones se ha presentado en las cosmogonías y religiones, la posibilidad del fin del mundo, del fin de la humanidad y la naturaleza, pero hasta el año 45, en agosto, no se había presentado en ninguna de las civilizaciones ni agrupaciones humanas desde la prehistoria, la posibilidad de que por obra de algunos hombre, pueda, efectivamente, acabarse la naturaleza y los seres humanos del mundo”.
En el transcurso de siete conversaciones aparecen diversos paréntesis cuadrados, correspondientes al hablante interno de Vassallo, el que, conjetura circunstancias anecdóticas, divaga e ilustra con más datos al lector o cuarto invitado. De esta manera oxigena por momentos la tensión del diálogo. En tal sentido, Vassallo podría haber salpicado con más de estos necesarios insertos. Leemos de Vassallo (¡hay que parar a Uribe! ¡ Detenerlo ! ¡Poner pausa o stop! Uribe está arrojado en este verdadero speech… Miguel y yo cruzamos miradas alarmantes, ¡alarmadísimas! – así las leo – que parecían decir que hay que interrumpirlo a como dé lugar… luego de un rato, mi alarma se disipa, me doy cuenta que está interesante lo que estamos oyendo, que no hay más que esperar que diga lo que quiera decir, que se canse diciéndolo -¡cosa que tal vez no ocurra nunca! Después de todo, ¿no hemos venido a oír al poeta al ensayista, al político, al embajador y al Uribe – rabia? ). Si viene cierto, Uribe fue el conversador más percutido por las acechanzas temáticas de Miguel y Eduardo, quienes tampoco se quedaron atrás en dar continuidad a sus propias apreciaciones. En estas siete conversaciones los poetas panean y desguazan pluri-temáticamente: desde la importancia de la palabra oral sobre la escritura en cuanto a la autenticidad verbal. También se habló de la locura de cómo ésta se representa en los distintos estadios de la vida humana, con especial inclusión de los poetas. De otro lado, se hace interesante la relación de enlaces primordiales con la Alemania nazi en la doctrina exterior americana liderada por Kissinger. Luego, Estados Unidos y su creciente decadencia económica expresada en el factor de la disminución de la inversión extranjera, indicios que antelan el estrépito del imperio del Norte. Así mismo, la notoria refutación de Armando Uribe a los estudios publicados por el historiador Francisco Encina. El poco compromiso de los inmigrantes y sus descendientes, quienes hicieron fortuna en la tierra que les acogió. El desglose exhaustivo de Uribe sobre el desarrollo histórico de la nacionalización del cobre, o las remembranzas de un poeta dulce y creador de la nueva novela y de otra mirada poética en la persona de Juan Luis Martínez, además de la propuesta de un tratamiento crítico para el poeta viñamarino. Estos y otros tópicos componen el cuerpo de 357 páginas, actas conversacionales donde no sólo Armando Uribe hace gala de sus vastos juicios y abultados conocimientos, pues se encontró con dos interlocutores cargados de jaques al descubierto, sorprendiendo regularmente al obseso verbal de un Uribe que impacta y devela la inclinación religiosa que carga sobre sus espaldas… ¿Cómo un hombre más ligado a la dialéctica del pensamiento puede mantener incólume creencias doctrinarias que hoy están en franca retirada? Como sea, el libre albedrío todavía es una regla universal.
Finalmente se puede afirmar que estos diálogos deberían estar presentes en la radio, televisión y en la misma prensa escrita, en tanto recogen la clarividencia intelectual de verdaderos líderes de opinión como los publicados por la editorial Cuarto Propio, impronta de un género casi desconocido en Chile que coronó con estas siete “Conversaciones en privado”, supliendo un vacío de la memoria histórica, literaria, estética, filosófica, religiosa y política de nuestra sociedad.
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