Son dos ancianos, su amigo recibe las visitas en las mesas
del fondo. Lo reconocerá porque nunca critica a su gente. Le dijo el joven que
guardó el haber escuchado del hombre que había partido en el barco Nueva
Esperanza y la heredad con su abuelo.
- A su edad, aquí los viejos no fallan y menos a los
ascensores. Y le indicó el trasporte también para la no fácil pendiente.
Abajo se le alivianaron las piernas, miró lo empinado de sus
recuerdos y caminó entre las diferencias con su memoria hasta la barra del
establecimiento. Esperó que los dos rostros de desiguales arrugas y empate gris
de sus abrigos, dejaran que un comentario evitara el temido error en el abrazo
con el compañero que se había quedado en el amor insurrecto.
- Me gusta mucho el lugar, la música, pero cresta que es
lento el servicio en la región. Comentó uno de los veteranos.
Ordenado por la imagen de sus recuerdos y reafirmado por el
comentario, se acercó a Vidal y lo saludó. – Hola Ángel.
Ángel metió la mano al bolsillo, dejó una monedas en la
mesa, se despidió de su acompañante y le dijo en el abrazo a su compañero; - Vamos,
los amigos, en la casa y porque hace mucho tiempo que no recibo políticos.
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