Por Omar Cid
Desde mi
perspectiva Año Bi. Si. Esto, es un trabajo donde la poeta, agrupa sus textos
bajo la perspectiva del tiempo, envuelto en las cuatro estaciones, hay un
cierto guiño hacia el pensamiento oriental, con chispazos de minimalismo:
.
Cito: “Hoy
quiero amar antes de la siembra”. O en otro momento (las divinidades/ no se piensan a sí mismas/
solo existen /e ignoran lo que nos falta).
.
Desde esa perspectiva
el texto pareciera asistir a un quiebre, un cambio una alteración en la línea
poética de Silvia, desde Versóvulos, Profeta de Bares y Diario de una cesante,
libros que he tenido la fortuna de conocer, porque si bien se sigue
profundizando en el verso libre, en el uso de los encabalgamientos,
enumeraciones, además de un cierto aire coloquial, donde la mujer, la fémina
está presente en su andar de perra indomable y con ello cito nuevamente (como gata esperando tu voluntad y el
instante/ de unir nuestra piel). Hay sin embargo elementos nuevos, ciertas
conversaciones con el propio oficio que aportan a la desnudez del texto:
“Deja esa
postura de poeta
de gastarte la vida en cafés siúticos”.
.
Hay un
cuestionamiento, un proceso donde se
develan los golpes de soledad a cambio de una imagen un verso:
.
“Duermo junto
a mi cadáver
quien se levanta a media noche
para ver si aun respiro”.
Se trata de un
texto donde confluyen distintas variantes, como pequeñas vetas de aguas subterráneas, cuyo objetivo es armonizarlo todo, el eros,
la voz femenina, la naturaleza, los golpes de silencio, bajo la varita de
Confucio. Silvia en este largo trayecto de confrontarse con sus propias luces y
sombras ha sido capaz de avanzar poco a poco en la búsqueda de un estilo, una
voz propia, entiéndase lo que digo no como una crítica, para Nabokov, el
maestro Ruso, solo los grandes, los perecederos, los que se han estrellado con
la belleza y han sabido permanecer amparados en su luz sin cegarse, han logrado
eso que con tanta facilidad los académicos o los habitantes de las cátedras
llaman estilo.
.
En Silvia hay
destellos, momentos de profunda lucidez, donde las palabras parecieran
escribirse y provocarnos la sensación de amplificar su poder, generando una
imagen, un símbolo sin domesticar.
“En una Mirada
Conocí la
soledad
de las mil mujeres
que me habitan”.
Si uno piensa
en el panorama literario actual, donde la imposición de una cierta estética
purista, donde los temas del ombligo, de
rescates étnicos o de versos reducidos a las esferas de un BONSAI, amenazan el
sentido de diversidad; y por tanto de la propia libertad creadora, borrando de
un plumazo eso que tanto cuesta adquirir y que insisto llaman estilo.
.
Llegarán otros
que tendrán la misión de bucear en el desierto árido de la intolerancia del
mercado, con la tarea de descubrir voces, aullidos desde el silencio, ahí tal
vez, se encuentren con los textos de una escritora de Talca, que se hizo a
pulso, fuera de las academias, lejos de los llamados centros de producción
intelectual o de creación literaria, llámense talleres: Balmaceda, Neruda,
Gabriela o más singular todavía, la tal cátedra Bolaño, pudo ser
una aula abierta o en el mejor de los casos cátedra libre Roberto Bolaño,
sin embargo el gesto de poder, ampuloso, envuelto de doctorados y magísteres,
pero que sin embargo, ni siquiera es capaz de rozar el aliento de quienes día a
día desafían la vida cotidiana, el silencio, sus propios fantasmas para construir
un mundo, una metáfora, una imagen. Esa
valentía, tendrá que ser reconocida no ahora, no en tiempos de la ceguera.
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