Óleo: R. Calderón Martínez
La poesía es uno de los caminos para llegar al conocimiento
humano y en este sentido, todas las realidades del hombre por igual son
posibles de ser conocidas a través del lente poético. Teniendo en cuenta lo
anterior, han surgido poetas especializados en nuestras sociedades citadinas,
modernas, poetas que se sitúan en ellas con la pretensión de ahondar en sus
imágenes externas, en su psicología o en su porvenir, poetas que se llaman a sí
mismos los verdaderos intérpretes del presente. Pero existen otros igualmente
válidos, que se ubican en el sueño, en la pesadilla, en la locura y nos develan
aquellas realidades remotas. Hay también los que se revuelven en el puro vacío,
en la belleza fría de los juegos del lenguaje y allí se quedan, están en su
derecho. Sin embargo, un poco más allá, tenemos a los creadores instalados en
la utopía de un pasado ideal, un paraíso perdido que estalla en el poema con
toda su magia remota y su nostalgia. A este grupo pertenece Jorge Teillier, el
poeta de Lautaro, uno de los grandes del siglo XX en Chile.
Partiremos recogiendo y comentando versos que identificarían
en cualquier parte al reconocido bardo de los lares: “Y en el pueblo no tendré
nada que hacer,/ si no echarme luciérnagas a los bolsillos/ o caminar a orillas
de rieles oxidados/ o sentarme en el roído mostrador de un almacén/ para hablar
con antiguos compañeros de escuela…”, extracto del poema “Cuando todos se
vayan”, recogido en el libro “El árbol de la memoria” (1961). El primer verso
nos sitúa en el pueblo de origen, en lo mágico de unos bolsillos iluminados, en
lo emotivo del tiempo que pasa sin piedad y oxida y roe no solo las cosas
materiales, también el alma. Es notable el lenguaje sencillo, sin giros
efectistas, pero que alberga imágenes cargadas de profundidad y belleza.
Más adelante, en 1963, publica “Poemas del país de nunca
jamás” y en este libro, destaca el texto “Los dominios perdidos”, otro de los
poemas que ejemplifican con exactitud su visión del mundo y su manera de
poetizar: “Pues lo que importa no es la luz que encendemos día a día/ sino la
que alguna vez apagamos/ para guardar la memoria secreta de la luz./ Lo que
importa no es la casa de todos los días/ sino aquella oculta en un recodo de
los sueños./ Lo que importa no es el carruaje/ sino las huellas descubiertas
por azar en el barro./ Lo que importa no es la lluvia/ sino sus recuerdos tras
los ventanales del pleno verano…”. Aquí,
nuestro bate repite una y otra vez su predilección por el pasado, por un tiempo
de arraigo y por la capacidad del poeta de mitificar los recuerdos más
importantes, de extraer lo mágico de lo real-cotidiano y de esta manera, ir más
allá.
Lo de Jorge Teillier, además de un conjunto de obras
notables, es la consecuencia, su fidelidad a muerte para con la poesía. No solo
es el poeta que escribe buenos versos, el que logra con creces el vínculo entre
palabra, imagen y emoción; también es el que apuesta a vivir como bate: “porque
no importa ser buen o mal poeta, escribir buenos o malos versos, sino
transformarse en poeta, superar la avería de lo cotidiano…”(1) En este sentido,
sería provechoso recordar las palabras del recientemente fallecido Ernesto
Sábato, quien señalaba en “El escritor y sus fantasmas” que un gran escritor es
“un gran hombre que escribe”. Teillier fue ese gran hombre, poeta las
veinticuatro horas del día, humilde como las hojas que una a una colorean el
otoño, fiel a sí mismo y a su manera de ver el mundo, vivió y murió en su
añorado “país de nunca jamás”.
Según Teillier, un poeta es el “guardián del mito y de la
imagen hasta que lleguen tiempos mejores…”(2) Además, debiera ser un
observador, un cronista. Él mismo se esmeró en cumplir ese papel, pero un poeta
no está por sobre las cosas del mundo o del resto de los hombres, “es hermano
de los seres y las cosas…”(3). Por lo mismo, no busca “palabras brillantes y
efectistas, emplea frases y giros corrientes”(4) y en eso está en el camino
abierto por Nicanor Parra, aunque no pretende igualarse, al contrario, se
diferencia de sus congéneres en algunos aspectos señalados en aquel poema
dedicado a René-Guy Cadou, en el que
critica algunas formas de poetizar: la
poesía no se pregona en las plazas ni se va a vender a los mercados a la moda,/
que no se escribe con saliva, con bencina, con muecas/ ni el pobre humor de los
que quieren llamar la atención/ con bromas de payasos pretenciosos/ y que de
nada sirven.(5) En rigor, la poesía de Teillier es celebratoria de una edad
mítica, no humorística.
No solo vivió como poeta, sino que defendió su postura ante
los críticos, sobre todo su decisión de vivir en el origen, en la infancia, en
la primera juventud, en el paraíso perdido en algún giro del tiempo. No por
nada pasó sus últimos años en “El molino del Ingenio”, en las cercanías de La
Ligua, lejos del agobio de las metrópolis. Explica en el programa televisivo
“La belleza de pensar”, en una entrevista realizada por Cristian Warken, el por
qué decide quedarse allí: “vivo en la utopía… vivo en un mundo que me
construyo” y aquella utopía es “vivir en el presente como si viviera en el
pasado, tener nostalgia del futuro… pensar que hay un futuro mejor de todas
maneras”. Ante el caos de la vida en las
metrópolis, ante la mecanización y la estupidización, los poetas como Teillier
oponen “el orden inmemorial de las aldeas y de los campos en donde siempre se produce la misma segura rotación de
siembras y cosechas, de sepultación y resurrección…” (6)
Después de rumiar su obra en los últimos meses, me atrevo a
recomendar su lectura, me atrevo a señalar la vigencia plena de aquel lenguaje
tenue, pero vivo, muy vivo, pues nos invita a resucitar las humaredas de trenes
desaparecidos, una explosión sorpresiva en medio del llano o el balanceo de un
columpio que cuelga en la rama de un árbol muerto. Me atrevo en fin, a remarcar
la alegría sencilla y profunda de sus versos, a sugerir los pueblos fantasmas y
a pedirles que confíen en las higueras, en los molinos, en las muertes y
maravillas del Lautaro imaginario, del Lautaro mítico del poeta Jorge Teillier.
(1), (2) “Sobre el mundo donde verdaderamente habito o la
experiencia poética”, Jorge Teillier, ensayo publicado en la “Antología de la
poesía chilena contemporánea”, de Alfonso Calderón, 1970.
(3), (4), (6) “Los poetas de los lares, nueva visión de la
realidad en la poesía chilena.”, Jorge Teillier, Boletín de la Universidad de
Chile N°56, de 1965.
(5) “El poeta de este mundo”, Jorge Teillier, del libro
“Muertes y maravillas”, 1971
No hay comentarios:
Publicar un comentario
La editorial tomará en cuenta tu aporte
El comentario debe ser firmado
Saludamos al lector activo.
Si tienes alguna consulta, escríbenos a:
sociedaddeescritoresdechile@gmail.com