domingo, 13 de junio de 2010

Tópicos o Lugares Comunes en la Creación Literaria Aisenina

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Por Ana Iris Salgado G.

Hablar de tópicos en la literatura de Aisén es una tarea interesante, aunque no exenta de delicadeza y minuciosidad. No basta con haber convivido con esta geografía durante muchos años. Tampoco basta con saber o vislumbrar algo del origen y desarrollo de la literatura en Aisén. Es necesario, sobre todo, tener y manejar un conocimiento lo más amplío posible de la producción literaria en la región. Es vital necesidad el haber leído a los creadores locales. Es ahí en donde la tarea se vuelve un tanto difícil. No por un desconocimiento voluntario, sino porque la fuentes son escasas y dispares. No olvidemos que gran parte de esos creadores no cuentan con libros propios y, en general, sólo se pueden encontrar algunas obras en antología o en diversas producciones de circulación esporádica o sistemática (sin dejar de lado lo importantes encuentros, reuniones y tertulias literarias y , hoy en día, la web que nos brinda nuevas oportunidades). Lo que sí está claro es que en Aisén existe un gran número de personas que no ha permanecido indolente ante ese llamado persistente que lleva al ser humano a escribir.

La creación literaria en Aysén, desde los primeros colonizadores que registra la historia, surge, sobre todo, como un llamado imperioso de la naturaleza y el paisaje. Un grito que se hace eco para volar lejos y luego regresar, emprendiendo un nuevo vuelo que manifiesta, en el papel, ese ser que está presente en este peculiar lugar.

La historia de Aisén es relativamente joven. Aún así no podemos dejar de soñar en un pasado lejano. Una ruta en donde estuvieron pueblos ancestrales, ya desaparecidos. Responsables de ello fueron las cascadas de hombres homicidas que ignoraban el valor de esas culturas. Por causa de ello, son pocos los vestigios que tenemos, aunque quisiéramos soñar que también hubo en ellos una vena literaria, porque tampoco pudieron permanecer ajenos a la necesidad de vaciar sus secretos (aquéllos que nunca conoceremos). Los hombres posteriores tuvieron mejor suerte y la magia de escritura nos ha permitido conocerlos a través de libreta de apuntes o canciones de antaño. Todo eso no quita el deseo de tener un conocimiento mucho más acabado de sus obras.

Siendo una región nueva y despoblada, su literatura es también incipiente en cuanto tiempo o duración, aunque febril y vertiginosa en cuanto a producción. Esta noble actividad también ha encontrado lugares comunes y temas que parecen decirnos que la misma avidez de expresión y los mismos motivos han llevado a muchos a tomar la pluma. No para escribir lo mismo, sino para identificarse y expresar lo divino que, la realidad o irrealidad, nos pueden parecer en un momento determinado.
Surge, de este modo, la inquietud por reflexionar sobre aquellos tópicos literarios que de algún modo unen esas creaciones. Pensamos en los tópicos como tema recurrente, pese que los escritores puedan mostrar diferentes corrientes o influencias literarias. Los tópicos no son nada nuevo en el estudio literario. Además, no solamente existen en literatura, también se pueden dar en la música y hasta la pintura e incluso en el análisis de un pueblo. Los escritores de Aisén han reiterado, de algún modo, distintas temáticas que han sido desarrolladas según el particular estilo de cada uno. Eso es lo que significa también recoger lugares que luego pasan a ser fórmulas que toman un real significado en la conceptualización de imágenes, situaciones o esquemas temáticos. Los tópicos son parte de las modalidades retóricas de una tradición literaria, aunque actualmente puedan estar tomando distintas formas o matices.

En la literatura aisenina confluyen varios tópicos fundamentales de esa tradición cultural. Todos ellos directamente relacionados con el encuentro directo con la vida en este rincón del mundo y las añoranzas ante un pasado que va quedando cada vez más lejos.
Los temas recurrentes que se plantean, tanto en lírica como en narrativa, no son necesariamente semejantes. Específicamente en los cuentos no es posible una agrupación temática similar. En el caso de los relatos rescatados de la tradición oral, se da preferentemente la alabanza o demostración de la vida campesina y gauchesca o la nostalgia por esa vida en tiempos mejores. Por otro lado, también está la imaginaria y la oralidad, recopilada en mitos y leyendas que diferentes narradores han llevado al papel.
En muchos cuentos y relatos existe la exaltación de las faenas del campo, las mentiras alrededor del fogón y hasta un cierto grado de mitología y/o superstición. Otras veces anécdotas del campo, acompañadas de las artes culinarias propias o el disfrute por las costumbres y tradiciones gastronómicas. En todos estos temas, el protagonista infaltable es siempre el hombre, por razones “obvias”. A pesar de que la mujer también ha llegado a ser compañera del trabajo en las tareas del campo, el rey indiscutido sigue siendo el hombre, experto en el caballo, en el truco, en las jineteadas, en el asado, la lechería y la caza. Desde luego que tampoco está ausente un poco o harto de machismo o exagerado amor por las virtudes del “macho” que surge en medio de un paisaje selvático y agreste.
Aun cuando estos temas acompañan fundamentalmente la narrativa de carácter criollista, otros narradores han optado por una visión mucho más universal y vanguardista, tanto en los contenidos como en la técnica narrativa. No obstante, hay otra faceta de escritores, que ha ahondado en la literatura que se extasía con el espíritu del hombre de Aisén. La lejanía con el resto del país, la mirada de un ser que está inmerso en un mundo distinto, profundamente diferente.
Con respecto a la dramaturgia es difícil identificar los temas que se repiten. Probablemente sea porque en este género la cantidad de dramaturgos es ostensiblemente menor que otros géneros y las publicaciones por ello son totalmente escasas. De lo poco que se conoce, se vislumbra una intención común de rescatar también al hombre y su cultura para que reflexione, vuelva a sus raíces, valore su tierra y luche por descubrir y/o fortalecer su identidad sociocultural.

Respecto a la creación poética, mucho más fructífera y divulgada, es posible descubrir en ella, algunos ejemplos que pueden graficar con claridad las variadas temáticas que han congregado a sus autores, no obstante, hayan coincidido en algunas.

Tierra de Cascada o El lugar de la Abundancia

Por lo anterior, en poesía resulta más fácil avizorar distintos tópicos o ejes temáticos comunes. Algunos se manifiestan muy similares a los estudiados a través de la tradición literaria o retórica tradicional. Otros, en cambio, adquieren ribetes que hacen de Aisén un lugar en donde la literatura tiene un encanto propio. No en vano es una de las zonas más deshabitada del planeta; no en vano es posible ver aún en ella los cielos azules, sin que los pájaros mueran y caigan a pedazos sobre nuestras cabezas.
Uno de los tópicos que más se destaca es el de “la tierra de la abundancia”. Es aquél que nos habla de una tierra pletórica de múltiples beneficios para el hombre, de campos fecundos, árboles y aire fresco. En estos tópicos, la tierra es motivo de elogio y alabanza de su bondad, belleza y fecundidad. Es el lugar ideal. Un clásico ejemplo de este tópico es cuando Pedro de Valdivia hace una presentación de nuestro territorio chileno. Lo mismo ocurre en nuestra literatura de Aisén. Pensamos en aquellos poetas de la época de la colonización. La figura de Antolín Silva Ormeño surge poderosa en sus versos de poeta popular:
"El territorio de Aisén
Se está poniendo nombrado,
De sus cerros muy nevados
Bajan ríos en tropel
Como copia del Edén.”

O cuando directamente menciona las bondades del lugar:
“Este territorio nombrado
Tiene bosques muy frondosos
Y también valles hermosos.”

También nos expresa de las riquezas que existen, de lo prodigios que son la hacienda y el ganado (aunque no deja de reconocer algunas falencias):
“Aquí sólo falta una cosa,
La mujercita querida
Que alegre pase la vida
Aseadita y generosa.”

Si un poeta hablara de las bondades de hoy en día ya no podría señalar esa carencia. Es bien sabido que ahora hay más mujeres que hombres y, al parecer, entre otros aspectos sigue siendo para muchos la tierra de la abundancia.

Otros poetas también han hecho lo propio. Es el caso se Miguel Arteche, poeta Premio Nacional que en una visita a esta tierra en 1991 no pudo estar ajeno a sus maravillas en su poema “Cascada”.
“Tanto resplandor que llega
Tanta lumbre, tanta patina,
Tanta tersura radiante
Cuando cae el agua blanca”

Lo mismo ocurre cuando nuestro Premio Nobel de Literatura Pablo Neruda nos deleita con los atributos de la Patagonia.
“Hay un cementerio de abejas
Allá en mi tierra, en Patagonia,
Y vuelven con su miel a cuentas
A morir con tanta dulzura.”

Mucho antes ya Eusebio Ibar había descubierto la tierra de la abundancia en su poema “Aisén”:
“Cerros imponentes,
Que desde la cumbre,
Descuelgan sus clara,
Graciosas cascadas.”

Ocurre también este clamor por lo magnífico de estos suelos cuando una poetisa popular como Rosa Gómez, con una expresión clara de la corriente folclórica, nos trae la voz de un hablante lírico, peón de campo.
“Podrás comprender ahora
Por qué yo amo este suelo
En que corre libre el río
Y el huemul se hace Señor”.

Enrique Valdés nos habla de una tierra de virtudes sin parangones, pese que en otros lugares puede haber menos frío y más oportunidades:
“Y ahora no te quejes
Te recibe tu tierra y su
Fragancia.”
Y en otros versos:
“Esta en tu Patagonia de nostalgias
Cicatrices que dejan huellas
Pero es tu patria grande,
Tu morada
De todo lo que la tierra y recuerda.”

El sur nunca deja de ser un primoroso y de presagios de bondad. Así lo manifiesta Oscar Aleuy en “Visita autorizada”:
“Este es el lugar que tú buscaste,
La amapola bella de los enredos de la tarde,
Este es el sur, gigante atropellado”.

Esta misma visión del paisaje la tiene un poeta que habitó por estas tierras hace muchos años y nos dejó canciones y poesías. René Rojas López escribe un poema a Ciriaco Álvarez, el Rey del Ciprés y de paso nos habla de esta Patagonia:
“Fecunda, exuberante, la selva y el hachero;
Cuando grito te salen las lloicas y los treiles
Igual que ramalazos por el cielo.
En tu agreste dominio, la totora y el notro,
El mañío ermitaño, el junquillo y la tepa…”

En general, son muchos los poetas que tratan en sus escritos de esta “tierra de la abundancia”. Abundancia que algunas veces transforma en aserradero, mate, fogón, casas brujas, arrieros, ovejas, campo….mucho campo.

Feliz Aquél
Este tópico se conoce más comúnmente como el Beatus ille y hace alusión a aquellos que optan por una vida retirada, lejos del mundanal ruido (como en “Oda a la vida retirada” de Fray Luis de León). En Aysén, al igual que en la tradición literaria española, este tópico toma un camino distinto y más que nada destaca a aquél que disfruta con los placeres de la sencilla vida del campo.
Miguel Arteche también hace alusión a este episodio de éxtasis que significa el estar en el campo y escuchar la voz de la naturaleza en su poema “Cascada”:
“Y aunque nadie oye esa voz
Que sale de la cascada
Yo la escucho, yo la escucho
Cuando sube el agua blanca.”

O cuando en “Balada del Silencio” el temple de ánimo del hablante lírico se exalta ante la maravillosa vida descubierta en silencio:
“Hay un silencio no usado
Que me saca de mi mismo.
Tengo en las manos mis ojos y tengo tiempo de río,
Espacio que me levantan
Y me descienden furtivo.”

Lo mismo ocurre con Edith Ruiz en uno de sus poemas:
“El viajero
Hacia la tierra va
Junto conmigo”.

Y luego en otra estrofa:
“La platabanda de helechos
Ancestrales,
Se adueña del camino
Y de los ojos…”

Marco Paredes en “Palomas de lluvia” nos devuelve la alegría de un lugar feliz:
“En mi Aisén
También se regalan flores
Que crecen en brazo
Con la escarcha.”

Y Víctor Flavio Vargas en su “Sinfonía de Bosque”:
“Hoy vine al bosque
A entrinarme
A encantarme
Vine con la esperanza
De conversar con las aves
Y así lo hice.”

Luego de dar a conocer las cualidades de ese paisaje y ambiente sin igual, Víctor Flavio nos remece con:
“Quería huir del hombre deshumanizado
Del ruido de los infiernos citadinos
Quería huir de mí mismo
Bestia interior que nunca
Aquieta sus nervios.”

Guillermo Vas Naranjo tampoco está lejos de este tópico. En su “Bitácora de Banco Errante” nos deleita con una variada expresión de Beatus ille en “Cristal y hechizo”:
“Entre ñires, tantas veces jugueteó el amor,
Y las aves sufriendo poesía embelesaban
Fugaz coloquio de besos esmeralda
Al reflejo cerril agua turquesa.”

En este punto es cuando este tópico parece metamorfosearse y nos lleva a otro: el “locus amoenus” (el lugar ameno, deleitoso). Es la descripción de un paisaje ideal o perfecto, sin carencias. Ahí están los árboles, el prado verde, el arroyo cristalino, las flores, el canto de las aves y la suave brisa.
“Pulsa el céfiro, las aguas permanentes, misteriosa
Y templan sus laúdes en los bosques los duendes invisibles.
Allá donde los patos vuelan, viaja el espíritu;
Y al andar, pretencioso, quise brindarle poesía
A la belleza profunda, etérea y núbil de tus aguas
En dimensiones ignotas, elevaré mi feliz canto.”

Ya Mario Miranda Soussi nos da registro cabal, de este “lugar deleitoso y ameno”. El verso sale decidor en una maravillosa imagen de su poema “Patagonia”:
“Esta es la Patagonia de la Tierra y el agua infinita
Despedazada en un torrente de amor.”

Lo propio hace Félix Elías cuando nos permite viajar por paisajes llenos de recovecos y maravillas en su “Poema”:
“Olor a tierra mojada
Y a fangos de los senderos,
Flotando en el aire puro
Con el aroma del trébol
Silencioso acompasado
Por los cascos del pilchero
Rancheras de juncos verdes
Bailada en brazos de viento”.

Y se suman a este tópico poetisas jóvenes y multifacéticas como Ivonne Coñuecar .Sus versos sentidos y elocuentes, pletóricos de “Humedad Sureña”:
“He recorrido calles solitarias llenas de gente:
El cemento triturando los pies.
Y he vivido en la humedad sureña
Del fin ilimitado del mundo.
De aquí soy.
De suaves y dulces aguas,
Descendiendo sensuales ceñidas en mil formas”

Luego remata su poema con la expresión cabal y segura de que se está en el lugar adecuado:
“No más miedos ni más días perdidos,
Mientras pueda disfrutar
La belleza de cada rincón
En mi inacabable humedad sureña”
.
El Ubí Sunt: Tópico de la existencia
¿Dónde están? Esa era la duda, reflexión o interrogante existencial que tenían los poetas ante las cosas que un día fueron y ya no están.
La problemática de la fugacidad o fragilidad de todo aquello que un día nos parece eterno o indestructible, pero que al otro día puede no ser, quitándonos la felicidad de su existencia. En los poetas medievales y renacentista esta estructura se presentaba directamente como una pregunta reiterativa y existencial.
En Aisén no se da de esa forma .Sin duda lleva otros matices, pero de todos modos se presenta teniendo como fondo las imágenes de la tierra y, otras veces, con perspectivas más generales. Este “¿Dónde están o que fue de…? ”Se manifiesta a través de distintos modos .Tal vez en una forma más discreta, pero que en definitiva refleja nostalgia, cansancio y un aumentado pesimismo ante la duda de lo existente o existencial. También un gran temor ante las terribles amenazas que ha sufrido y que hoy, con mayor ímpetu, hacen de esta tierra un lugar afligido, afrentado y temeroso de perder su gran privilegio planetario: “Aisén, reserva de vida”.
Otras veces es la interrogante acerca del propio hombre, ese ser humano que ya no está o aquél que ha perdido su esencia.

Entre aquellos escritores dedicados más a conciencia o al estudio concerniente al tema de los ancestros aborígenes, se da una postura reflexiva, denunciante y a ratos interrogativa respecto a lo ya desaparecido, pero no olvidado. Las voces ancestrales de aquéllos que quedaron en el pasado, aún sin morir en las conciencias y corazones.
José Mansilla en “Sueños Chonos” nos hace caer en la reflexión en su poema “Aonikenk dormido”:
“Yaces extendido,
Con miras al sol.
Ningún pensador habría elegido una mejor postura.
Y, en ese túmulo
Que convoca tu karma,
Se diseminan piedras
De variada forma”

En versos siguientes manifiesta su deseo y añoranza:
Ni los fatuos fuegos
Ni las falsas cruces,
Impedirán que seas invitado espiritual
De Kooch, ocioso de todos
Los espacios.”

Idania Yáñez, pionera también en esta mirada, hurga en el pasado ceremonioso de las culturas que partieron en “Imágenes ancestrales”:
“Siguiendo la ruta de Quinchamal
Y de sus tolderías.
Intento danzas ancestrales.
Los cazadores tehuelches
Duermen la pampa helada.
De este universo de coirones y ñandúes
Solo encuentro signos
En la roca milenaria”

El tópico avanza ahora hacia la nostalgia o el desaliento ante lo que ya no es, con las estrofas de Ricardo Altamirano en “Colonización de Aisén”:
“No hay rezo ni invocación
Los cielos que detenga
La hoguera de coigüe y lenga,
De mañío y de ciprés.”

En versos en que continúa, podemos inferir la pena ante los colosales incendios del pasado:
“¿Dónde quedaron los pájaros y los árboles frondosos?

Se suma la otra nostalgia de Manuel Mauricio Zúñiga en su “Lancheros del Baker”:
“De los Ángeles
De Temuco a Chiloé
Los hombres vinieron
Y los bajaron cebando mates
Las humeantes balsas
Llevándose a la sirga
Olorosos cuerpos
De ciprés”.

O cuando Carmen Gloria Parés, incesante mujer del arte y la cultura; comprometida con su país y las luchas sociales, escribe “Carmen y Lihn”, y en otro contexto también humano y profundamente presente , nos hace preguntarnos y remecernos por tantas cosas y tantos seres que faltan aquí , allá, en tantas partes…
“La apátrida, la colorada, lee y respira hombres.
En su acolchado Enrique Lihn le cuenta el destino impersonal de sus líneas.
Ella se sabe cómplice de las matanzas.”

También Sandra Bórquez en sus versos femeninos termina dándose cuenta de lo que ya no es en “sólo por ser mujer”:
“Ser capaz de cambiarle el pañal
a un niño que no es el mío
Hacer que nos alcance la comida
Llevarte de viaje con un beso
Reparar en que ya no se ven.”

Más elocuente aun es Alexis Molinet, cuando en “Que ganas de llorar” nos expresa:
“¿Quién robó
La nostalgia de las cosas
Y se escondió la vida en el bolsillo
A veces
A la hora del mate y del cigarro
Veo en fotos
Las manchas del pasado
Y me andan trenes
En las líneas de las manos.”

Otras veces surge el hablante lírico que lanza directamente la pregunta cuando percibe el cambio de las cosas que, paulatinamente, van muriendo:
“¿Dónde está la Patagonia que un día
me contaron?
¿Dónde el aire puro que bendijo pulmones
al nacer?” O en otros pasajes:
“Miro la angustia del valle que agoniza
Y que la gente borda con papeles de desecho
o con negras torres de billetes sucios
- Mortajas que caen a puñados”.

Y en este afán de nostalgia, desagrado, pesimismo y reclamo, alza el vuelo para gritar desgarradoramente ante un mundo actual que le asusta:
“Las luciérnagas saldrán a buscar sus pesares
(La ciudad perdió su recato o fue violada.)…”

Leo Sanhueza, en algunos de sus poemas, también expresa esos sentimientos. Sutiles, aunque marcados de elocuencia. No pregunta directamente por el paso fugaz de las cosas, pero sí manifiesta el pesar y pesimismo hacia la existencia. Un mundo impersonal, en donde cada uno vive su propio dolor.
“Y que más si me deprimo
Cuando cae la noche
¿A quién molesto si todos duermen?
Y escucho una canción en silencio
Parecido al respirar de tu cuerpo
Húmeda y anónima”

Gustavo Adolfo Cáceres nos da conocer un dejo de angustia existencial en “Un hombre es algo invisible”:
“El aire pasa entre las flores
Y la lluvia en el camino va deshojando.
Mil años, ante mí,
Como una pequeña huella, sin escuchar
Al hombre que va recorriendo los pueblos
Que jamás lograremos conocer.”

A pesar que Óscar Ziehlmann sitúa su producción en otra variante, en un tiempo más seguro y promisorio, su voz de poeta inquieto y reflexivo, vislumbra en algunos de sus versos, un dejo de desazón ante lo que tarde o temprano ya no será:
“La carne irremediablemente
Se cae de los huesos”

También este grito callado ante las cosas que ya no están, surge de la voz León Ocqueteaux (fallecido recientemente), en su poema “Cuento de invierno”.
“…Alguna vez en el camino, andando nos pertenecimos
Como al aire
el humo ,o la selva al pájaro.
Luego, todo desapareció como el mal
tiempo en la
primavera…”.

Aunque en los poemas de Antonio Mera, en general, no se muestra una intención de reclamo, en “Casas brujas" sí se manifiesta una gran nostalgia por el pasado emprendedor. A pesar de ello hay optimismo en el poeta:
“… Aprenderé de esos madereros
La audacia del anochecido martillo,
Del ataviado serrucho del alba;
El amor hecho abrigo
Del enmohecido clavo unido a la madera
Juan techador
Juan labrador
Juan aserrador…”

Pedro Guillermo Jara, destacado narrador, hace un análisis laudatorio de las décimas de Ricardo Altamirano, incluidas en la obra de éste “Los Parlamentarios Debatiendo por la Tele el Caso de Drogas”. En esas décimas, el hablante lírico también siente que las cosas ya no son iguales y eso invade de una velada tristeza sus versos; aunque lo manifieste a través de terceras personas:
“Vengo llegando recién
Después de pegarme un viaje;
Harto lindos los paisajes
Que por el sur de Aysén,
Pero les cuento también,
No todo es maravilloso
Pues se aprecian los destrozos
Que el hombre está provocando
Mientras anda visitando
Esos paisajes hermosos”.

Enrique Valdés también trabaja una variante de este tópico. Eso ocurre cuando en “La noche” refleja el dolor ante lo que no vuelve a ser como antes:
“… Nadie quedó en el patio
Cesó el viento y crecimos
Ya no están las manzanas
Tiradas en el huerto,
Y la noche esta botada
En el río
Como un muerto.”

En los poetas de creaciones más recientes se advierten de igual modo algunos nuevos matices, indefinibles todavía, buscando su cauce, indudablemente. Aun así, en la poesía de Mauricio Osorio también se aprecia algo de nostalgia .Como ejemplo de sus poemas “Estaciones”:
“…El color de la nostalgia se instala,
Imperceptible, entre los extensos pastizales.
Acompaña amarilleando, el rumiar de la
Vacas
Y nos confunde con una falsa felicidad
Que disfrutamos de manera urgente
Porque sabemos, es el alimento de la
Espera”

Y la posición comprometida del escritor del sur austral que ve amenazado el pulmón del planeta, a través del progreso que desea instalarse, aun a costa de que la naturaleza verdadera que aún queda, sea acabada y devorada. Que los miles de pájaros, habitantes errantes y, paradójicamente, dueños de estos soles y verdes amaneceres – azules, escapen buscando una mejor morada, tranquila y lejana, más allá del cielo. O que los huemules, casi extinguidos, vuelvan a creer que esta tierra nunca les ha pertenecido.

Mauricio Osorio en su poema “Gotas” nos habla claramente de ese tesoro milenario que puede ser visto, soñado y seducido, pero que debe permanecer intacto. Como compromiso de hombres y mujeres por este don que aún queda en el planeta tierra.
“A la gota solitaria le digo
Gárgaras haría con tu sonido que se pierde
Para siempre
TAC, TAC, TAC PLAP, PLAP, PLAP
A la gota loca de agua amoratada
Le canto su canción, su ritmo
Le lloro encima su dolor
A la gota impávida
Le digo teme
A los que sonríen
Y sueñan con tu extinción
Aborréceles, denúnciales la artimaña
Impídeles el muro sobre tu pecho diamante
Anégate de hielos en estertores
Y avalanchas
Demuéstrales oh! gota milenaria
Que eres río eterno
Que eres poderoso flujo ancestral”.

Y los versos reflexivos e inmensamente dudosos respecto a la tierra, al cosmos, a lo que hubo, a lo que queda y el porqué de tanta destrucción. Poetas como S. Atilano González Orellana, con una mirada profunda y hasta desesperada, ponen en evidencia esas interrogantes.

“Si eso eres. ¿Qué o quién rompió tu equilibrio? ¿Fue un nuevo elemento que afloró de millones de combinaciones? ¿Fue un teléfono rojo en el fruto de una justicia infinita? Sabes, si fuiste un planeta... o esfereta? ...llena de vida, de oxigeno, nitrógeno, carbono, energía, de ríos, mares y océanos, selvas, cordilleras, valles, y cuanta estructura de forma te permitiste. con flores, insectos, mamíferos y seres humanos. ¿Por qué te permitiste destruir? ¿Por qué no inventaste un virus, bacteria, alga o protozoo; para eliminar tus enemigos? Aunque siempre supiste que eran tus hijos. ¿Por eso no actuaste?

Es tal vez ese ciclo del que nos habla el que nos lleve a revivir otros tópicos, a caminar por otras aguas o beber de otras fuentes. El tema de los tópicos no es un estudio acabado. Mientras se construya la historia literaria surgirán otras facetas, se retomarán o morirán otras. Así es la literatura, igual que la conciencia humana: mudable, inconstante y hasta impredecible. Tal vez llegue el momento en que se retomen con más fuerza otros tópicos como el del “Carpe diem” el “Collige, virgo, rosas”, alguna variante de “El ciervo herido”, “El mundo al revés” o algún otro más vanguardista aún.

Lo que también se quiere destacar en este análisis es que hacen falta más publicaciones individuales que nos permitan conocer en profundidad a cada creador. Eso nos podría llevar a una real visión literaria de Aisén tendiente a determinar una teoría sobre ella.
Aunque tal vez parezca que se está cayendo en el tópico de la “falsa modestia”, es necesario agregar que este sencillo escrito puede incluso tomarse como un esbozo de algo que permita motivar posteriormente a un análisis más profundo. Aún así se trató de incluir el máximo de creadores, aunque hubiese bastado con unos cuantos ejemplos. Sigue estando presente el deseo de aglutinar a todas aquellas voces que de alguna u otra manera forma están construyendo la historia de la literatura de Aisén en tiempos en que el ser humano parece vivir más de lo material y deja poco tiempo para recrear el espíritu. En este análisis se trata de valorar el hecho de que estamos hablando de una literatura que se enmarca en tópicos conocidos que , no obstante los poetas y/o escritores tomen muchas veces el paisaje, la vida, las costumbres u otros aspectos de su vida común y única en estas latitudes australes, igual están siendo inmensamente universales.
Ojalá fueran muchos los que entraran en este oficio de escribir: ojalá fueran muchos los que lo asumieran como algo imposible de abandonar. Para ello se necesitan más oportunidades para el arte, muchos más libros y, necesariamente, más lectores que sepan apreciar este torrente que escapa del alma de quienes escribimos, en medio del sonido de las cascadas, de las montañas y este verdor que nos inspira aún más.


ANA IRIS SALGADO GODOY, nacida en Coyhaique. Profesora de Lengua Castellana y Comunicación de la Universidad de la Frontera. Especialista en Literatura y licenciada en educación en la Universidad Católica del Norte. Actualmente trabaja en el Liceo josefina Aguirre montenegro de Coyhaique.
El 2002 obtiene la Beca literaria del consejo nacional del libro y la lectura (Área teatro) y el 2007 el premio de la Editorial Magisterio a su obra de dramaturgia “Juicio a Ñancupel”. Se ha destacado desde sus años de estudiante en el arte del teatro y la literatura. Actividades que desarrolla hasta hoy en día, principalmente con jóvenes.
Tiene dos libros publicados: “EL MISÓGINO” (cuentos) y “JUICIO A ÑANCUPEL” (Teatro). Además ha publicado escritos , análisis literarios y creaciones en diferentes libros y revistas.

1 comentario:

  1. Tu esposo e hijos se dedican al oficio literario, o han sido el pilar para que puedas desarrollar tu trabajo. "Reza el dicho que detrás de toda gran escritora hay un gran hombre"

    Maria Tapia
    Doctorada en Lenguaje
    Universidad de Salamanca
    Antofagasta - Chile

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